Zapatero nunca se ha caracterizado por mostrar una gran firmeza frente a la delincuencia y al uso de la violencia. Tal vez porque abusar de ese monopolio de la coacción que es el Estado le guste sobremanera, tiende a confraternizar con los criminales; no en vano, el presidente del Gobierno no tiene nada que ver con esa tradición liberal que consideraba que las únicas funciones del Estado eran la defensa de los derechos de propiedad de los ciudadanos. Sus objetivos son mucho más arrogantes: transformar la sociedad mediante el uso sistemático de las intervenciones públicas.
Con ETA ya padecimos un proceso de negociación, más bien de rendición, que sólo sirvió para dar oxígeno a la banda en un momento en el que se encontraba completamente debilitada y acorralada desde todos los flancos: policial, económico, judicial, diplomático, político y social. El final de ETA se atisbaba tan cercano como lejanas parecían sus posibilidades de rentabilizar sus crímenes. Pero fue llegar Zapatero al poder y comenzar a levantárseles el ánimo a los terroristas vascos: si ZP estaba dispuesto a realizar concesiones políticas a cambio de que dejaran de matar, no parecía que fueran a deshacerse de ese fuerte reclamo negociador a cambio de nada.
Pero ETA no es el único ejemplo de que el apaciguamiento derrotista de Zapatero no sólo no logra los objetivos que supuestamente busca, sino más bien sus opuestos. En el campo de la delincuencia internacional, nuestro presidente ya se ha ido labrando una fama de mojigato cedente de las libertades de los españoles. Y, como consecuencia, los intereses políticos y económicos de nuestro país son sometidos a toda clase de vituperios y agresiones.
Fue en abril de 2008 cuando el atunero español Playa de Bakio fue secuestrado por el peculiar resurgimiento de la piratería que tiene lugar en las costas marítimas de ese proyecto de Estado permanentemente fallido llamado Somalia. En apenas una semana, la tripulación del barco fue liberada por sus captores gracias a la "labor diplomática" del Gobierno español que, según confirmó más tarde uno de los negociadores, Andrew Mwangura, se limitó a abonar las cantidad de 1,2 millones de euros que pedían los piratas.
Al fin y al cabo, para un Gobierno que ingresa la friolera de 120.000 millones anuales, ¿qué más le dará destinar un 0,001% de los mismos a olvidarse de un problema que debería haber sido resuelto mediante el uso de los servicios de inteligencia y del Ejército? ¿Para qué ensuciar la imagen de Zapatero de "hombre de paz" pudiendo simplemente pagar la mordida y obtener un resultado sencillo y efectista?
Pues simplemente porque el uso de la fuerza no va destinado únicamente a proteger a las víctimas de la violencia criminas, sino a generar un efecto disuasorio para los potenciales agresores, como bien han comprendido otros mandatarios internacionales como Nicolás Sarkozy. Si toda la contundencia del Reino de España se limita a entregar un maletín rebosante de billetes, ¿qué desincentivo van a tener los futuros delincuentes para continuar con este provechoso atraco?
Y así llegamos al segundo secuestro de un atunero en las aguas del Índico por parte de los piratas, el Alakrana. Con un Gobierno "dialogante", un presupuesto de Defensa maltratado durante años y una ministra que hace dejación de sus funciones exhortando a los atuneros a que contraten su propia seguridad privada (si bien, para más inri, impide que estos cuerpos vayan adecuadamente armados), los piratas lo han tenido bastante sencillo. La victoria perfecta según Sun Tzu: ganar la batalla sin llegar a librarla.
Ahora bien, si el gasto en Defensa se ha convertido en algo meramente protocolario al que no se le atribuye ninguna utilidad y si los propios contribuyentes han de buscarse la vida pagando a una empresa privada por el servicio que teóricamente ya han sufragado con sus impuestos, ¿qué justificación tiene que Zapatero siga dirigiendo y abusando dee un monopolio de la fuerza que sólo le sirve para culminar sus intereses y sus ambiciones personales a costa de desatender sus obligaciones con la ciudadanía?
Tras la cesión en el Playa de Bakio, la nacionalidad de los atuneros ha comenzado a importar para los piratas. Saben que si asaltan un buque francés recibirán a las fuerzas armadas y que si secuestran un barco español les caerá una lluvia de millones. Las tímidas actuaciones que se han llevado a cabo hasta la fecha, casi por un golpe de suerte, no ocultan la realidad de que nuestro Gobierno premia a los delincuentes y de que éstos ya han aprendido la lección.
Como en tantos otros asuntos, aquí a Zapatero no le sirve de nada tirar de chequera y resolver sus problemas con el accesible dinero del contribuyente. Más bien,su desastrosa gestión sólo ha contribuido a empeorar la situación y a colocar en la diana a todos los navíos españoles de la zona.