La localidad leonesa de Rodiezmo acoge cada año una de las fiestas más representativas del rico folclore de la izquierda, a la que hasta el año pasado solía asistir lo más granado del Gobierno de Zapatero con el presidente a la cabeza. El curso político socialista abría sus puertas con esa exhibición de demagogia sindical enriquecida con los tópicos habituales en contra de la libertad, que finalizaba con los presentes entonando el cántico bajo cuyas estrofas han muerto asesinados más de cien millones de seres humanos. Acto seguido, las estrellas invitadas montaban en sus coches oficiales y regresaban a sus lujosos retiros estivales para agotar los últimos días de "merecido" descanso.
Pero Zapatero es un agente destructivo de tal magnitud que también ha acabado con la tradición que exigía su presencia entre la nutrida concurrencia de prejubilados de lujo de la minería de la zona, dispuestos a aplaudir hasta la extenuación cualquier mensaje en contra de los principios que permiten la existencia de sociedades libres y prósperas.
Ahora bien, no es que el presidente del Gobierno haya cambiado de ideas en un arrebato de sensatez y por ello haya declinado tan "selecta "invitación. Al contrario, Zapatero sigue siendo tan sectario como cualquiera de los habituales asistentes a la fiesta leonesa. Sucede simplemente que ya no le quedan ni recursos ni margen de maniobra para seguir dilapidando el dinero ajeno en beneficio de sus partidarios, por lo que su presencia en Rodiezmo ha sido cancelada, por segunda vez consecutiva, al objeto de no sufrir en sus propias carnes las iras de los que hasta hace dos años lo ovacionaban como un gran estadista.
Los dependientes del socialismo exigen su dosis, pagada naturalmente con dinero de los demás, y el encargado de suministrársela ya no puede hacer frente al coste que supone el seguir alimentando tanta adicción.
Los socialistas son incapaces de acometer la tarea de gobernar con ecuanimidad política y solvencia económica. Lo suyo es la coacción hacia el discrepante y el derroche indiscriminado para mantener cautivo a un importante sector de la sociedad que le permita perpetuarse en el poder, y si en estos momentos no son capaces de cumplir las expectativas de sus simpatizantes y electores es simplemente porque el desastre económico provocado por sus líderes hace inviable mantener ese alocado ritmo de dispendios a que todos ellos estaban acostumbrados.
Que nadie se engañe, ni siquiera los prejubilados de oro de la minería. Zapatero sigue siendo tan "rojo" como el que más y sus ideas continúan petrificadas en el duro granito de la ortodoxia marxista. Si no fuera por los previsibles abucheos, hubiera estado este año también en Rodiezmo elevando soflamas decimonónicas junto al marmolillo ideológico de Alfonso Guerra. Con puño en alto o sin él, Zapatero sigue siendo socialista. En el más amplio y lamentable sentido del término.