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EDITORIAL

Rivera se lo pone fácil a Rajoy

Sería de desear que el acuerdo entre el PP y Ciudadanos diera algo más de sí, sin ser, al tiempo, impedimento para arrancar una abstención al PSOE.

Sólo desde la imperiosa necesidad de tener un nuevo Gobierno cuanto antes, y sólo desde la perspectiva de que no son tanto las condiciones de Ciudadanos para respaldar la investidura de Rajoy como seis requisitos irrenunciables para comenzar las negociaciones, se pueden avalar las nada comprometedoras exigencias que el partido de Albert Rivera ha planteado al presidente del PP.

Que no siempre sea necesario que los políticos esperen a ser condenados para poder asumir responsabilidades políticas resulta loable; pero establecer un forzoso automatismo por el que haya una separación inmediata de cualquier cargo político imputado por corrupción es criminalizar en exceso la figura de la imputación y puede ser, en algunos casos, hasta un foco de corrupción por la que algunos políticos pueden desembarazarse arteramente de algunos adversarios con el solo hecho de lograr que un juez los llame a declarar.

Sin ese automatismo, bien está la eliminación de los aforamientos de los políticos, como bien está, en cualquier caso, acabar con los indultos en casos de corrupción política y una nueva ley electoral que incluya listas desbloqueadas y la eliminación del llamado voto rogado. Más discutible, en aras de la futura gobernabilidad de la nación, resulta, sin embargo, reformar nuestro sistema electoral para hacerlo todavía más proporcional, reforma que, aunque se defienda bajo la pedestre premisa de “la igualdad en el valor de los votos”, lo que haría es otorgar un nada proporcionado poder, derivado de ser llave de Gobierno, a unas minorías que frecuentemente no suelen ser tan comedidas como Ciudadanos.

Bien está el "compromiso de transparencia”, con la puesta en marcha de una comisión de investigación parlamentaria sobre el caso Bárcenas y la financiación irregular del PP, si ese compromiso de transparencia no se limita a ese caso y a ese partido.

Poco que objetar a la limitación de mandato a ocho años que plantea la formación que, desde hace diez, lidera Albert Rivera; pero es harto dudoso que haya algún ciudadano que haya votado a su formación por esta propuesta o porque crea que puede acabar, de forma decisiva, con la lacra de la corrupción

Mucho más lamentable resulta, en este sentido, que ninguna de las exigencias de Ciudadanos haga mención a uno de los factores más decisivos a la hora de explicar la corrupción, como es la falta de separación de poderes y la elevada politización de la Justicia. Sin una mayor independencia del Poder Judicial, hasta algunas de las encomiables reformas de índole menor que sí reclama Ciudadanos podrían tornarse perversas, y no hay que olvidar que, aunque fuera de forma muy somera e insuficiente, el acuerdo alcanzado por Ciudadanos y el PSOE sí incluía una propuesta de reforma para alcanzar una mayor separación de poderes.

No menos decepcionante resulta que ninguna exigencia de Ciudadanos haga referencia a lo que en sus orígenes dio razón de ser a esta formación, y que, en aras de la verdad, no fue tanto la corrupción en la que estaban enfangados los dos grandes partidos nacionales, sino su condescendencia, cuando no complicidad, con las formaciones nacionalistas. En este sentido, resulta deplorable que Ciudadanos no haya planteado algo tan elemental como es el cumplimiento efectivo del derecho a recibir la enseñanza en castellano; o que, sin descartar una posible intervención, no se haya planteado la necesidad de exigir un público acatamiento al orden constitucional a los mandatarios de toda Administración regional que reclame a la Administración central financiación extraordinaria.

Se comprende, no obstante, que es poco lo que puede exigir una formación con pocos escaños, que además no son decisivos, para conformar una mayoría de Gobierno; y que menos cosas aun podría hacer un Gobierno que siguiese en funciones. Sin embargo, es de esperar que el acuerdo entre el PP y Ciudadanos pueda dar algo más de sí, sin ser, al tiempo, un impedimento para arrancar una abstención al PSOE, sin la cual seguiríamos estando en la mismas.

Lo que es evidente es que Ciudadanos se lo ha puesto fácil a Rajoy, y que este no debe olvidar que los mismos sondeos que le auguran una nueva victoria en caso de nuevas elecciones también le dicen que esa victoria seguiría siendo insuficiente.

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