El debate entre los dos principales candidatos en las elecciones generales del próximo día 20, único que tendrá lugar en esta campaña electoral, habría finalizado por KO fulminante a favor de Rajoy antes de finalizar el primer bloque temático, dedicado a la economía, si se hubiera tratado de un combate pugilístico. Por suerte para Rubalcaba, los candidatos no estaban en un ring, y por desgracia para todos los espectadores Campo Vidal no es un árbitro digno de esa función, así que el programa continuó como estaba previsto, con dos apartados más que, finalmente, se revelaron insustanciales.
Rajoy compareció en liza con mucho que perder frente a un candidato con más que ganar porque de antemano lo tenía todo prácticamente perdido, que es precisamente la peor de las situaciones a que puede enfrentarse un candidato con aspiraciones a convertirse en presidente del gobierno. Sin embargo, en la primera parte de la discusión arrolló a un Rubalcaba desnortado que sólo acertó a balbucear las consignas radicales con que se ha presentado a esta campaña con el fin de agitar el voto de la izquierda más contumaz.
El político gallego explicó las líneas maestras de su proyecto económico, basado en la realidad y en la ortodoxia, y además lo hizo con gran claridad. La devolución del protagonismo a los agentes económicos, una bajada de impuestos y el impulso de diversas medidas dedicadas a aliviar la dura situación de los empresarios que propuso Rajoy tuvieron como respuesta del candidato socialista su promesa de intervenir más en la economía, llegando al estrambote de proponer, textualmente, una especie de Plan Marshall con el Estado como principal agente económico.
En el apartado dedicado a las políticas sociales, Rubalcaba no defraudó aventando de nuevo el espantajo de la amenaza que, según él, supone el Partido Popular para la sanidad y la educación, precisamente los dos servicios públicos más deteriorados por el PSOE, con gravísimos problemas de financiación el primero y el desastre más absoluto en los resultados del segundo.
El debate finalizó con un desleído repaso a las cuestiones que según los candidatos afectan a la salud de nuestra democracia; repaso en el que ambos estuvieron de acuerdo. Resulta difícil sustraerse a la sensación de que esa materia había sido pactada de antemano por los respectivos equipos de los candidatos, por eso el resultado fue un insulto a la inteligencia de los espectadores. Igual que la actuación de Campo Vidal, otro fruto del acuerdo de los dos partidos que, como siempre, benefició extraordinariamente al PSOE. Los dirigentes populares merecen sobradamente que estas cosas les pasen; sus votantes, desde luego que no.
Rajoy derrotó a Rubalcaba y empató con Campo Vidal. El resultado final, una victoria que catapulta al gallego al Palacio de la Moncloa. Vaya una cosa por la otra.