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EDITORIAL

¿Quién gobierna España?

El desempleo alcanza ya a cinco millones de trabajadores, cuyas esperanzas de futuro no pasan precisamente por el resultado de las primarias en el PSOE, ni por las elecciones municipales y autonómicas.

La sensación de alivio por el anuncio de Zapatero de no volverse a presentar en 2012 ha sido efímera. En menos de 48 horas, los elogios fúnebres y los sentidos epitafios por el zapaterismo, tal vez apresurados, han dejado paso a la cruda realidad. Los datos oficiales del paro son incontestables. Cuando el presidente llegó al poder, hace siete años, el número de parados en España era de dos millones doscientas mil personas. Siete años después, Zapatero ha doblado esa cifra y la sangría de empleos no tiene visos de parar por el momento. Y si se atiende a las cifras reales, el desempleo alcanza ya a cinco millones de trabajadores, cuyas esperanzas de futuro no pasan precisamente por el resultado de las primarias en el PSOE, ni por las elecciones municipales y autonómicas.

Para quienes forman cola frente a las oficinas del paro, los juegos florales en torno a Zapatero y las quinielas sucesorias son una auténtica ofensa, además de la evidencia más clara de que los sindicatos y el PSOE los han abandonado a su suerte, carne de cañón de su imprevisión, de las falsedades, de la ceguera con la que Zapatero afrontó la crisis, de la ineficacia de todos y cada uno de los ministros del área económica. Sólo apreciar los índices de empleo de algunos de los países de nuestro entorno, incluso de los que atraviesan serias dificultades financieras, basta para comprender el destrozo perpetrado en la economía española por el Gobierno, el efecto brutal de la demagogia como receta frente a los graves problemas del país.

Pero no sólo es la economía. Puede que ese sea el factor principal de la severa derrota que predicen las encuestas, pero, en estos siete años de talante, Zapatero no ha contribuido precisamente a la consolidación de la democracia y sus instituciones. Episodios como el del Estatuto de Cataluña ponen de manifiesto el tono y el tipo de Gobierno llevado a cabo, la subasta de la soberanía nacional a cambio de puntuales apoyos para mantener el poder. El cierre en falso del 11-M, con la inestimable colaboración de un PP convencido de que la verdad es improcedente para sus objetivos; el chivatazo de Estado y la negociación con ETA después del asesinato de los ciudadanos ecuatorianos Palate y Estacio en la T-4 –asunto del que Rajoy dice haberse enterado ahora; nunca es tarde– forman un cuadro moral inasumible en un sistema democrático. Zapatero dice que se va y una alfombra de flores se abre a su paso. Y entre tanto, ¿quién manda aquí y qué ha cambiado?

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