Ayer viernes, el Consejo de Ministro aprobó el Real Decreto en virtud del cual las rentas altas y medias recibirán 400 euros en concepto de devolución del IRPF. Esta medida deja sin alivio fiscal a los que menos tienen, precisamente los más perjudicados por el aumento de la inflación y del desempleo. Cualquier parecido entre esto y la socialdemocracia es pura coincidencia.
Como ya hicieran otros gobiernos socialistas (recordemos la regulación de las sociedades patrimoniales de 1985, que significó una espectacular rebaja fiscal y la abolición de hecho del impuesto de transmisiones, pero sólo para los más pudientes), esta reforma, inútil para afrontar la crisis, conlleva además el empeoramiento de las cuentas del Estado, que en pocos meses podrían pasar del superávit actual a una situación de déficit por la política expansiva del Gobierno y el aumento de los gastos sociales ocasionado por la destrucción de empleo.
Una vez más, los socialistas olvidan cuál debe ser la prioridad de cualquier política económica que se precie: crear las condiciones más favorables para la creación de empleo por parte del sector privado, puesto que estos puestos de trabajo no se sufragan a través de impuestos, es decir, no cuestan dinero. Además, el aumento de la población activa produce un círculo virtuoso que se traduce en una reducción del gasto público, una mejora del fondo de reserva de las pensiones y, si así lo deciden los gobernantes, una rebaja fiscal, que a su vez abarata la contratación de trabajadores.
Nada más lejano de esto que las medidas que el Ejecutivo ha tomado hasta ahora y las que previsiblemente pondrá en marcha en aplicación de su programa electoral, que incluye entre otras promesas el endurecimiento del mercado de trabajo al dotar a los sindicatos de más poder en el seno de las empresas y otorgarles un papel decisorio a la hora de formular las políticas de empleo del Gobierno. Un triste panorama fruto de la ignorancia, la improvisación y el populismo de Rodríguez Zapatero, cuyos electores y todos los demás comienzan a pagar la factura por un apoyo que algunos quizá deberían haberse pensando dos veces.
Esta situación, que nos devuelve a los peores momentos de la presidencia de Felipe González, se agrava además por una pésima política energética cuya primera consecuencia será el espectacular incremento de la factura de la luz, un gasto que daña especialmente a las economías más débiles, esas que no se han visto agraciadas por los 400 euros de Zapatero. El panorama es ciertamente aciago para la clase trabajadora y los pensionistas, grupos cuyos intereses la izquierda dice defender y a los que por desgracia parece empeñada en empobrecer.
Por lo demás, la cortedad de miras y la impostura de los socialistas no se reduce a España. Recientemente, el Gobierno británico del laborista Gordon Brown anunció una de las mayores subidas de impuestos de la historia del país precisamente para las rentas más bajas. El engaño a sus votantes supuestamente naturales se saldará en los próximos meses con el peor resultado electoral de su partido en 40 años. Algunos españoles deberían haberse tentado el bolsillo antes de depositar su papeleta el pasado 9 de marzo.