La inacción y las pésimas decisiones de los dos grandes partidos en las más graves cuestiones nacionales han dado alas a la extrema izquierda arracimada en torno al fenómeno Podemos, que obtuvo un resultado tremendo en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo. La incapacidad de PP y PSOE para proponer un proyecto ideológico reconocible por sus bases ha dejado el terreno expedito a oportunistas sin escrúpulos y demagogos de la peor especie, que están ganándose el favor de muchos votantes desencantados con sus referentes tradicionales.
Se echaba en falta que los dirigentes de ambos partidos hicieran frente a los populistas antisistema; pero cuando han comenzado, tímidamente, a opinar sobre asuntos esenciales el resultado ha sido con frecuencia peor que cuando se limitaban a contemporizar sin pronunciarse.
Sirva como ejemplo la aproximación de PP y PSOE a la pavorosa situación de Andalucía, probablemente la región con mayores índices de corrupción y pobreza de toda Europa. El cabecilla andaluz de los populares, el ampliamente desconocido Juan Manuel Moreno Bonilla, ha asombrado a propios y extraños pidiendo la asignación de una "renta básica" a los andaluces que el Gobierno regional considere merecedores de semejante dádiva. Ni que decir tiene que se trata de una de las medidas estrella de Podemos: quizá sólo la cantidad de beneficiarios pueda diferenciar en este punto a Bonilla de Pablo Iglesias. Precisamente lo que necesitaba Andalucía: enfeudar aún más su población al ominoso régimen caciquil que la condena. Por su parte, el flamante secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha proclamado, tras una reunión con el máximo dirigente de UGT, que, en lo que atañe al escándalo monumental de los ERE, su política para Andalucía es la misma que la de Susana Díaz, esa persona que siempre estuvo ahí, aunque se presente como recién aterrizada en ese albañal de corrupción que es la Junta de Andalucía, y que le debe todo al inolvidable Griñán, tan poco ejemplar como ella. Y éste es el que quiere venir a renovar el PSOE...
Otra piedra de toque es Cataluña, con el sedicioso Artur Mas a las puertas de una reunión en la que pretende que el Gobierno avale sus delirios con una ligera rebaja para hacerlos pasar por un acuerdo común satisfactorio. Nuevamente PP y PSOE se han retratado de la peor manera posible, con el partido del Gobierno dispuesto a seguir dando vida a esta grave amenaza, hasta que se consume de una u otra manera, y el líder de la oposición avalando un manifiesto delirante en el que, mutatis mutandis, los firmantes –mayoritariamente de izquierdas o nacionalistas– pretenden consagrar las agresiones del nacionalismo a la libertad de los catalanes como un derecho exclusivo de la Generalidad.
La renuncia de PP y PSOE a hacer política de altura, acometiendo con decisión los grandes problemas nacionales y pronunciándose claramente al respecto, contribuye a que muchos votantes vean con buenos ojos un partido tan vergonzoso intelectual y moralmente como Podemos. El PP madrileño ha mostrado, aun con una bisoñez deplorable, que quiere plantar cara a la tropa bolivariana de cara a las elecciones autonómicas y locales del año próximo. PP y PSOE deberían hacer el mismo esfuerzo a escala nacional, al objeto de recuperar la confianza que, cargados de razones, muchos ciudadanos les han retirado.