El proyecto político presentado por Pedro Sánchez este lunes en el Circulo de Bellas Artes de Madrid confirma la determinación del ex secretario general del PSOE de volver a liderar el partido, y de hacerlo mediante la radicalización y aproximación a Podemos y a los nacionalistas, con el objetivo de hacer posible ese frente popular que ahora él califica de "coalición progresista".
Ya resulta bochornoso que quien en su día aspiró a representar a una formación socialdemócrata moderada y equiparable a las que hay en el resto de Europa, y que se mostró dispuesto a gobernar en alianza con una formación centrista como Ciudadanos, pretenda ahora "no entrar en colisiones frontales y sistémicas con otras formaciones de izquierda", incluida Podemos, a la que en su día acusó acertadamente de ser una excrecencia bolivariana. Otro tanto se puede decir de sus guiños a otra formación progresista como ERC, abiertamente separatista.
Pero si grave es que la única línea roja que marca el documento de Sánchez sean "las políticas neoliberales y austericidas" que, según él, aplica el PP, más preocupante es que proponga la reforma de un artículo intocable hasta ahora para los socialistas, el 2 de la Constitución, que alude a la "indisoluble unidad de la Nación española", para así reconocer "el carácter plurinacional del Estado".
¿Cómo es posible que quien aspira a volver a ser candidato a la presidencia del Gobierno haga suyo el disparate de negar el carácter de nación a España para otorgárselo a las regiones que la componen? Pues, entre otras razones, porque las formaciones constitucionalistas casi nunca se han molestado en refutar y ridiculizar tan antihistórica e inconstitucional insensatez, acuñada en su día por quienes trataban vanamente de contentar a los nacionalistas.
Un claro ejemplo de esa pasividad a la hora de rebatir los delirios identitarios de los nacionalistas lo tuvimos en el debate entre los candidatos a la presidencia del Gobierno y Soraya Sáenz de Santamaría en el que nadie rebatió la aseveración de Pablo Iglesias de que España es una "realidad plurinacional", pretensión que ahora Pedro Sánchez también hace suya. Hubiera bastado, sin embargo, pedir a Iglesias que dijera públicamente el nombre y el número de las supuestas naciones que, según él, conforman España para arrastrar al líder de Podemos a un ridículo aun mayor que cuando trató de pronunciar el nombre de una célebre consultora.
Hay majaderías, como ésta de considerar a España un "Estado plurinacional", que, si no se combaten, arraigan. Grave es que las formaciones constitucionalistas no se atrevan a hacer cumplir la ley a los nacionalistas que la vulneran; pero peor aún es que se muestren dispuestas a modificarla contra la Historia, contra la lógica y contra la propia soberanía nacional, que está en la base de todo el edificio constitucional y del régimen de libertades.