Ninguno de los tres candidatos en estas primarias ha demostrado ser el líder que necesita un PSOE que está en uno de los momentos más difíciles de sus historia, asomándose de verdad al precipicio de la desaparición.
Ya conocemos sobradamente la inconsistencia ideológica y estratégica de Pedro Sánchez y sus dificultades para organizar y liderar el partido, amén de su escasísima pegada como candidato electoral. Pero por si quedaba duda alguna, el virtual secretario general socialista ha vuelto a dejar claro que sólo tiene un discurso extremadamente pobre: el odio a la derecha.
Más grave aún ha sido lo de una Susana Díaz que durante los últimos meses ha revelado que no tiene discurso alguno, ni rico ni pobre. De hecho, la campaña de la andaluza ha sido un enorme ridículo sólo comparable al que Hillary Clinton hiciese en las elecciones americanas: ambas han sido derrotadas por el peor candidato posible y cuando todo estaba a su favor.
Pero aunque su derrota pueda parecer sorprendente hoy –y en cierta medida lo es, sobre todo por la claridad con la que se produce- la verdad es que no lo es tanto, ya que la andaluza no ha logrado explicar a nadie por qué ella iba a ser mejor secretario general que Sánchez.
Díaz no ha sabido o no se ha atrevido a hacer una apuesta más profunda ideológicamente, no ha querido decirnos qué PSOE cree que es posible y deseable. Es probable que, simplemente, la todavía presidenta de Andalucía no sea capaz de articular esa oferta a su partido, pero no hay que descartar que no haya querido hacerlo consciente de que la militancia del PSOE no iba a ser capaz de entender otra cosa que el odio a la derecha, como finalmente ha ocurrido.
Porque lo que este domingo y estos últimos meses hemos visto no es sino la culminación de un proceso que empezó hace muchos años y que ha terminado creando un PSOE que sólo es capaz de definirse y entenderse como el partido antiPP.
González, Rubalcaba y, sobre todo, Zapatero, son los verdaderos culpables de la victoria de un Pedro Sánchez que todo parece indicar que va a ser el enterrador del PSOE, pero que sólo ha sido uno más, el último, de los que han matado a un partido que muy probablemente va a seguir el camino de la mayor parte de la socialdemocracia europea: dejar de ser alternativa de gobierno.
El partido del rencor que se ha ido incubando desde el dóberman de González al "no es no" de Sánchez, pasando por el guerracivilismo de Zapatero ya no sabe ser otra cosa y, para su desgracia, ha descubierto a su izquierda a profesionales aún más destacados en el rencor y el revanchismo.
El resultado de estas primarias no es bueno ni para el PSOE ni para España, pero lo verdaderamente trágico es que el partido está ya tan podrido intelectualmente que ninguno podía serlo.