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EDITORIAL

Pachauri y la ciencia vudú del IPCC

Pachauri debe dimitir de la presidencia de panel climático de la ON, la UE ha de dar explicaciones por el arbitrario uso que da al dinero de los contribuyentes y se debe someter a un examen exhaustivo todas las conclusiones presentadas por el IPCC.

La arenosa pirámide de mentiras que, durante la última década, ha ido tejiendo la cúpula del alarmismo climático con el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, a su cabeza ha empezado a derrumbarse. La espoleta fue la filtración en noviembre de los correos electrónicos que se enviaban ciertos climatólogos de la Universidad de East Anglia. A partir de ahí no ha habido una sola noticia buena para los catastrofistas. La conferencia de Copenhague cosechó un estrepitoso fracaso por culpa de los Gobiernos que, en plena recesión mundial, no están dispuestos a hacer sacrificios en el altar del ecologismo radical. Después vino una ola de frío histórica que ha barrido todo el hemisferio norte del planeta. Y, como remate, el año ha empezado con un nuevo escándalo, el de los glaciares del Himalaya.

Según el apotegma ecologista, las masas de hielo permanente de la cordillera del Himalaya se derretirían para la década de 2030, para el año 2035 exactamente. El proceso, lejos de ser natural, estaría enmarcado dentro del calentamiento global provocado por el hombre. Tal pronóstico, tomado con veneración cuasi religiosa por todas las instituciones públicas del mundo, suponía que grandes y pobladísimas áreas del norte de la India habrían de padecer serios problemas de suministro de agua. La fusión de los glaciares del Himalaya fue una ocurrencia de un profesor de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi llamado Syed Hasnain durante una entrevista en el año 1999.

A pesar de la inverosimilitud de la profecía, todo el mundo tragó, empezando por el propio IPCC, que, como panel de Naciones Unidas, es quien lleva la voz cantante en cuestiones climáticas. No importó el gran número de glaciares con los que cuenta esa imponente cordillera, unos 15.000, o su extraordinaria extensión en un sistema montañoso de varios miles de kilómetros a altitudes de más de 5.000 metros. No es casual que en el Himalaya se encuentren algunos de los mayores glaciares del mundo fuera de los polos, como el Siachen, de 70 kilómetros de largo, o el Baltoro, de 62 kilómetros. Podrían, indudablemente, llegar a derretirse, pero no en sólo 30 años con las temperaturas actuales.

La credulidad general hizo que Hasnain prosperase rápidamente. Pasó a trabajar para el presidente del IPCC, su compatriota el millonario indio y antiguo magnate petrolero Rajendra Pachauri, y entre ambos recorrieron el mundo solicitando fondos para estudiar los efectos que causaría el fin de los glaciares del Himalaya. Pero Pachauri no se lo llevó al IPCC, sino a su instituto, el TERI, un organismo privado de estudios climáticos y energéticos con sede en Nueva Delhi y que emplea a unas 700 personas en todo el mundo.

El dúo consiguió arrancar tres millones de euros a la Unión Europea y medio millón de dólares a la Carnegie Corporation de Nueva York. La excusa eran los urgentísimos estudios que hacían falta antes del inevitable colapso glaciar del Himalaya. Un colapso que no va a producirse, ni en 2035, ni en 2050 ni en 2100. La teoría era simplemente un fraude. Pachauri trató primero de desprestigiar a quien lo cuestionaba tachando sus investigaciones de ciencia vudú. Luego, rendido ante los hechos, se ha desentendido de Hasnain y sus revelaciones a la prensa hace 11 años.

Lo que no puede negarse a estas alturas es que el presidente del IPCC ha financiado su propio instituto de estudios climáticos con una tesis descabellada y falsa. Pachauri debe dimitir de la presidencia de panel climático de la ONU, la Unión Europea ha de dar explicaciones urgentemente por el arbitrario uso que da al dinero de los contribuyentes y se debe someter a un examen exhaustivo todas las conclusiones presentadas por el IPCC, salpicado en sólo dos meses por dos escándalos de ámbito mundial y de extraordinaria envergadura.

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