Kennedy, al asumir su responsabilidad por el fracaso de Bahía Cochinos, recordó que "la victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana". Nunca había sido esto más cierto que tras la liberación de Astrit Bushi, el agresor de José Luis Moreno. Los sindicatos policiales, de acuerdo por una vez, le cargan el muerto a la Guardia Civil y al juez. Los jueces descartan que el titular del juzgado de primera instancia que lo puso en libertad tenga responsabilidad ninguna y consideran que los cuerpos policiales han podido cometer un delito. Y la Guardia Civil se autoexculpa aunque, al menos, tiene la elegancia de no acusar a nadie.
De los implicados en este asunto, Instituciones Penitenciarias es la que más ha dado la talla. De hecho, ha reconocido que fue error suyo la puesta en libertad de otro de los agresores de Moreno. Quizá otras organizaciones, corporativistas por vocación y naturaleza, deberían darse cuenta de que quienes niegan siempre tener responsabilidad alguna no serán creídos cuando realmente no la tengan.
En cualquier caso, el protocolo de custodia parece indicar que, pese a las posibles irregularidades administrativas cometidas por la Guardia Civil que denuncia el CEP, la responsabilidad recae en los policías que debían custodiar al peligroso delincuente en los Juzgados, pues era su obligación devolver al detenido a la Guardia Civil junto con el auto del juez poniéndole en libertad por este caso.
Aunque la responsabilidad corresponda a funcionarios dependientes del Ministerio del Interior, tampoco parecería justo hacer recaer en Rubalcaba los errores cometidos por unos agentes novatos. Sin embargo, el ministro sí que es responsable de haber organizado un show mediático con José Luis Moreno tras la detención de Bushi en el que declaró solemnemente que "en España quien viene a robar acaba en la cárcel" para luego desentenderse completamente del asunto. También lo es por mantener un protocolo de custodia que parece diseñado para facilitar en la medida de lo posible las fugas.
Todo sistema complejo, y los que involucran a seres humanos siempre lo son, ha de tener el menor número posible de puntos de fallo. Una manera de lograrlo es disminuir el número de personas implicadas, pues se reduce la probabilidad de que un elemento dentro del sistema desconozca su papel o de que se produzcan errores de coordinación entre quienes participan. La lógica, por tanto, dicta que sea siempre una misma unidad –y, si es posible, unos mismos agentes– quien se encargue y tenga la responsabilidad de recoger al delincuente en la cárcel, trasladarlo al juzgado, custodiarlo en él y devolverlo de nuevo a la prisión.
Si ya el literalmente increíble periplo de la mochila de Vallecas le dio mala fama a las cadenas de custodia, este protocolo absurda e innecesariamente complejo demuestra la urgente necesidad de una revisión. Este cambio podría ser la única consecuencia positiva que puede traer este lamentable episodio, gracias al eco mediático que tuvo y tiene el caso de José Luis Moreno. Porque por mucho que esté prevista una crisis de Gobierno para esta misma semana, dudamos mucho que Rubalcaba esté incluido en ella.
Desgraciadamente, pese a sus responsabilidades políticas en este caso –¿atenderá ahora las críticas de José Luis Moreno con el mismo despliegue mediático con que acogió las felicitaciones?– y en el de las cuotas de detenciones de inmigrantes, Rubalcaba sigue siendo uno de los miembros más capaces del Consejo de Ministros. Lo cual da una idea del pésimo nivel alcanzado por el Gabinete de Zapatero. Y es que nadie ha sabido encontrar mejor definición para este Gobierno que Marx –Groucho, naturalmente–: "Partiendo de la nada, hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria".