En la tarde de este miércoles, una patrulla armada de la Agencia Tributaria Aduanera irrumpió en el barco alquilado de recreo en el que Cristiano Ronaldo y su familia disfrutan de sus vacaciones. La operación se desarrolló en Formentera y, desde luego, no cabe aducir la sospecha de una actividad delictiva que obligara a los agentes a asaltar la embarcación, donde la estrella del Real Madrid y su pareja embarazada disfrutaban en ese momento de la sobremesa junto a un grupo de amigos y parientes. La Agencia Tributaria ha afirmado que ha sido una operación rutinaria que tenía como objetivo nada más y nada menos que descubrir si los propietarios del yate estaban al corriente de pago en el impuesto de matriculación.
Los subordinados del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, adujeron como prueba de normalidad que las demás embarcaciones de recreo presentes en la zona fueron objeto del mismo registro que la del astro portugués. Es decir, que para Montoro y asociados aterrorizar a la gente mientras disfruta de sus vacaciones en yates que –como en el caso de Cristiano Ronaldo– ni siquiera son de su propiedad es una actividad completamente normal.
De los doce meses que tiene el año, gran parte de los cuales estas embarcaciones permanecen amarradas, perfectamente listas para cualquier inspección, los hombres de Montoro escogen los del verano para realizar esta clase impresentable de abordajes, con despliegues peliculeros que incluyen la cobertura con lonas de los yates sospechosos, que, lejos de evitar rumores malintencionados, los alimentan.
Una vez más, el Fisco se ha servido de sus muy sensibles prerrogativas para escenificar una maniobra espectacular que tiene por objeto instilar el miedo en los contribuyentes. En el caso de Cristiano Ronaldo, el escandaloso alarde se ha producido cuando apenas faltan dos semanas para que comparezca en el juzgado a cuenta de sus discrepancias con Hacienda sobre la manera correcta de tributar sus ingresos.
Pocas formas más efectivas de expulsar a turistas de alto nivel adquisitivo que ésta de asaltar yates sin la menor justificación y con toda la publicidad imaginable, tan lesiva para la imagen de sus víctimas. Lo que hace aún más indignante este desafuero es la comparación. Y es que Montoro exhibe un celo en la vigilancia de la normativa sobre la matriculación de embarcaciones de recreo que se echa muchísimo en falta cuando se trata de combatir a quienes, como los separatistas que desgobiernan Cataluña, llevan años vulnerando la Constitución y financiando con dinero de todos un golpe de Estado.