Es obvio que no todos los madrileños o los españoles que celebran la Navidad son creyentes, como también lo es que otros muchos sí lo son. Se trata de unas fiestas que han transcendido su significado estrictamente religioso para ir mucho más allá, e incluso los que no son católicos o los que carecen por completo de fe respetan los símbolos de origen y significado cristianos: los belenes, los Reyes Magos, las imágenes de la Sagrada Familia… y también otros iconos que no hunden sus raíces en la Biblia pero sí han llegado a formar parte de la tradición occidental: Santa Claus, el muérdago o los árboles de Navidad, por ejemplo.
La izquierda radical española lleva años en una enfervorizada lucha contra la religión católica y la Navidad se ha convertido en uno de sus objetivos. Ahora, y con el tremendo poder municipal del que disfrutan por culpa del PSOE, estas fiestas están en su punto de mira, tal y como se va a poder ver en Madrid, según los planes que anunció este jueves la alcaldesa Carmena.
A nadie se obliga a celebrar la Navidad ni a compartir esos símbolos. En una ciudad como Madrid, estas fiestas no han generado jamás el menor problema. Como es lógico, el que quiere disfruta de las luces, los belenes y las cabalgatas, y el que no lo desea no lo hace, sin sentirse agredido; simplemente, acepta la fiesta como lo que también es: una parte más de nuestra vida social y nuestro legado cultural.
Esta persecución de la Navidad tradicional es tan injustificable como ridícula, y revela la miseria intelectual y moral de una izquierda que no viene a mejorar la vida de la gente ni a solucionar emergencias sociales, sino a imponer un modelo de sociedad basado en sus propias filias y fobias que siempre tiene en contra a vastas capas de la población. También revela la vocación totalitaria de unos políticos que creen que pueden borrar de un plumazo la realidad y convertirla en otra cosa a golpe de decreto.
Es curioso, por otro lado, cómo este tipo de secularización y desnaturalización forzada de los aspectos religiosos de la vida social sólo se emprende contra la religión católica. Frente a otros cultos, el respeto es sacrosanto: nunca veremos a Carmena pedir un Ramadán laico ni, por supuesto, a Rita Maestre asaltar en paños menores una mezquita. En este último punto es difícil saber si les tira más el autoodio o el fanatismo más estúpido.