La presidencia española de la Unión Europea ha estado sin duda a la altura de la capacidad del Gobierno de Rodríguez Zapatero. El presidente pretendía que las reuniones internacionales le dieran una imagen de estadista que le permitiera remontar el vuelo ante la opinión pública. Pero ha sido un semestre marcado por la crisis económica, la misma crisis que ha hundido su popularidad en España; que Obama no quisiera acudir a la cumbre UE-EEUU, ese "encuentro planetario" que glosara Leire Pajín, fue la puntilla.
Pero además de mejorar su imagen, Zapatero y Moratinos tenían un objetivo en política exterior que cabía temer que pudieran llevar a cabo: derogar la política común de la Unión Europea con Cuba. Desde 1996, y gracias a una iniciativa de José María Aznar, este acuerdo obliga a todos los países a condicionar el diálogo a la promoción de los derechos humanos y una transición pacífica hacia la democracia. Naturalmente, a la tiranía comunista no le hace ninguna gracia. Y por esa misma razón, a esos amigos de las dictaduras que son Zapatero y Moratinos tampoco les gusta y han querido cambiarla desde que llegaron al Gobierno.
La excusa de Moratinos para intentar cambiar la posición común es que la política actual de la Unión Europea no ha logrado suficientes resultados. Sin embargo, su propuesta de un mayor diálogo y mayores concesiones a los tiranos que sojuzgan Cuba afianzaría el régimen y desmoralizaría a la oposición democrática. Europa debe seguir mostrando un frente común, principalmente para evitar que aquellos países que no tienen un especial interés en la isla opten por el camino fácil de olvidarse de los derechos humanos y entenderse con la dictadura, debilitando las posiciones de quienes sí tenemos un interés especial por Cuba. Pero esa posición común debería ir encaminada a un mayor apoyo a la oposición y un mayor distanciamiento del régimen liberticida de los Castro.
En cualquier caso, la postura de Zapatero y Moratinos no sólo está equivocada, sino que es sobre todo profundamente inmoral. Mientras el Gobierno ha estado seis años llenándose la boca con la supuesta "ampliación de derechos" que ha tenido lugar durante su mandato, lo cierto es que en todos los casos donde ha tenido opción ha preferido apoyar a la tiranía frente a la libertad, a las dictaduras frente a las democracias, a los totalitarios frente a los demócratas. La visita de Moratinos a Cuba no es sino el último ejemplo. Regodeándose en las atenciones que recibe de los mandamases de un régimen sanguinario, ha dejado claro que no piensa visitar a Guillermo Fariñas, quien tras cuatro meses en huelga de hambre podría estar viviendo sus últimos días. Es más, en el colmo de la indignidad reclamó al periodista que dejara la huelga y "trabajara" como él para mejorar la situación en Cuba, como si Moratinos hubiera hecho algo en su vida en pos de ese objetivo y Fariñas no comiera porque desea adelgazar.
El ministro de Exteriores ha llegado a Cuba para prometerle a la dictadura lo que no ha logrado darle en seis años, la desaparición de la posición común de la UE. Una vez acabada la presidencia de España parece aún más difícil que lo consiga. Pero que siga acudiendo a la isla con esas intenciones es una vergüenza para todos los demócratas. Reclamaríamos su cese inmediato, si no fuera porque probablemente eso no supondría ningún cambio de política, y pocos candidatos existen para el puesto más incompetentes que el actual ministro. Si va a trabajar para el mal, mejor cuanto más inútil. Así las cosas, lo más aconsejable es esperar a que Zapatero abandone La Moncloa, desde donde tanto daño ha hecho tanto a los españoles como a los cubanos.