Aprovechando el veinte aniversario de la incorporación de la mujer al Ejército español, Carmen Chacón no ha tenido mejor ocurrencia que presentar el diseño de los nuevos uniformes femeninos que seguirán los patrones cilíndrico, diábolo y campana impuestos en su momento por el ministro de Sanidad. Presentado como un gran avance y como el asunto que más tiempo ha ocupado en la última reunión del Observatorio de la Mujer en las Fuerzas Armadas, esta medida es una frivolidad que se antepone a necesidades más acuciantes como proveer de medios suficientes a nuestras tropas desplegadas en el exterior para enfrentarse al enemigo. Nuestros militares sufren un riesgo creciente en Afganistán ante la ofensiva talibán, un peligro que el actual Gobierno parece ignorar y sobre el que no se ha informado todavía. El Ministerio de Defensa es algo demasiado serio como para que su titular se dedique a jugar a los recortables de muñecas banalizando el compromiso de hombres y mujeres que ponen en peligro sus vidas para defender nuestra libertad.
Por muy feminista que se declaren el presidente Zapatero y todo su gobierno, flaco favor hace la ministra a las mujeres que forman parte de las Fuerzas Armadas con este anuncio demagógico que reduce el papel de la mujer a una cuestión de modelos y tallas. Quienes toman la decisión de entrar a formar parte de nuestro ejército tienen como vocación, por encima de su sexo, servir a la patria restando importancia a la estética y otras cuestiones de imagen que a buen seguro son las que más preocupan a la ministra. Hasta la fecha, y sin que ello causase grandes inconvenientes para los afectados, los problemas de tallas eran solucionados con prendas hechas a medida en los casos excepcionales en los que los soldados, hombres o mujeres, no se ajustaban al tallaje común.
Como la mayor parte de las iniciativas del actual Ejecutivo, la medida propuesta por Chacón no se ha hecho con vistas de mejorar la funcionalidad de la uniformidad sino que se queda en un mero acto estético innecesario en un momento en el que el dispendio del Estado debería reducirse en lo accesorio para aliviar el peso que soportan los contribuyentes en tiempos de crisis.