El candidato socialista a la presidencia del Gobierno permanece en la carrera electoral pese a las graves implicaciones que se infieren de un asunto como el chivatazo a ETA, más conocido como "caso Faisán", que se produjo bajo su mandato al frente del ministerio de Interior. Si ya las crónicas de su singular designación como sucesor de Zapatero en el PSOE aludieron al político cántabro como un "faisán cojo", dadas las circunstancias judiciales, no parecía que un candidato en precario, con más pasado que futuro y con mucho más que ocultar que de lo que presumir, pretendiera liderar una carrera de despropósitos en la que, por fortuna, sólo compite con los nacionalistas e Izquierda Unida. Pero Rubalcaba ha salido disparado, como un auténtico torbellino, haciendo honor a su pasado de velocista de la pista y prestidigitador de la política.
Sin freno, el candidato del PSOE está obsesionado con aunar las voluntades y el voto útil de los independentistas catalanes (con un apoyo más que manifiesto y absolutamente gratuito al disparate ilegal e irracional de la inmersión lingüística en las escuelas), de los "bildutarras", con ese nuevo Bilbao en el que según Rubalcaba se está como en Cádiz, y de los indignados, con promesas acolmilladas de un tributo contra ricos mucho más fetén que el improvisado de urgencia para satisfacer el guión de su campaña. Y ahora dice que no le gusta, que lo habría hecho de otro modo y que si gobierna, lo mejorará y endurecerá. Despropósito tras desafuero, Rubalcaba, más que el aspirante socialista en un país en crisis, parece el candidato antisistema de un país sin futuro, hasta el punto de que se puede afirmar, dadas sus declaraciones y contradicciones, que el mejor escenario para sus intereses es el de una nación quebrada, una economía sin solución y un sistema intervenido por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
En ese contexto, y si es que la movilización entre independentistas y el voto del miedo a la derecha no es suficiente, siempre podrá abanderar el descontento social que a buen seguro detectarán el PSOE y Rubalcaba a partir del 21 de noviembre. Es la vía griega del PSOE, la vieja fórmula del cuanto peor, mejor, el camino de siempre para recuperar el poder.