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EDITORIAL

La soledad de las víctimas del terrorismo

Ayer describíamos las consecuencias del actual desfonde constitucional. Ninguna imagen más gráfica para corroborarlo que la de ayer en Madrid.

Las asociaciones de víctimas del terrorismo salieron nuevamente ayer a la calle para dar respuesta a las excarcelaciones de criminales que el Gobierno está llevando a cabo tras el fallo de Estrasburgo. La lectura interesada de una sentencia sobre la aplicación de la doctrina Parot en un caso concreto, que en modo alguno implica extender sus efectos a otros delincuentes, está teniendo como resultado la puesta en libertad de decenas de asesinos, en su mayor parte terroristas, antes de cumplir siquiera la pena máxima que les correspondería en virtud de nuestro absurdamente laxo Código Penal.

Las entidades que agrupan a las víctimas de tan graves delitos han hecho honor a su responsabilidad convocando esta manifestación que, para desolación de los protagonistas y de quienes les apoyamos, no se ha visto correspondida con la presencia masiva de ciudadanos que ha caracterizado anteriores convocatorias.

Nada cabe reprochar a las víctimas y las asociaciones que las representan, pues motivos tienen sobrados para salir a la calle a manifestar su más enérgico rechazo a esta ofensa de las instituciones nacionales, con el Gobierno y la Justicia en lugar destacado. La sociedad civil, en cambio, se ha dejado impregnar por la inercia marcada por los principales partidos, para los que las víctimas del terrorismo son hoy poco más que un estorbo en su estrategia política acerca del presunto final de la banda terrorista ETA.

También los medios de comunicación han preferido mirar para otro lado con escasas excepciones entre las que nuestra cadena de emisoras, ((esRadio, tiene el honor de encontrarse como cada vez que las víctimas del terrorismo han necesitado un altavoz para ejercer su derecho a la protesta pública o han querido expresar sus anhelos.

Con el rechazo más o menos confeso de los grandes partidos políticos y el olvido interesado de la mayoría de medios de comunicación, era prácticamente imposible que la concentración de ayer fuera un éxito de asistencia. Sin embargo se trata de una circunstancia sin rango ontológico, pues la razón no depende de los partidarios que concurran físicamente a un lugar señalado sino de la veracidad de los motivos que están en el origen de esa decisión. Por eso, aunque sólo hubiera asistido una víctima del terrorismo, la razón le asistiría exactamente igual que si a la concentración convocada ayer hubiera asistido un millón de simpatizantes.

Ayer describíamos en Libertad Digital las consecuencias del actual desfonde constitucional, del que la clase política en su conjunto es la máxima responsable. Ninguna imagen más gráfica para corroborar nuestra tesis que la de ayer de la Plaza de la República Dominicana, de Madrid con las víctimas de una banda de asesinos reclamando en solitario lo que en cualquier otro país democrático estaría sobradamente garantizado de oficio por sus instituciones.

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