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EDITORIAL

La persecución que no cesa

Crear las inexistentes “Galiza” o “Euskal Herria” soberanas y lingüísticamente puras conlleva necesariamente este tipo de atropellos a uno de los derechos humanos más elementales

Comenzaron marginando el uso del español en la Administración, continuaron por los medios de comunicación públicos y de ahí dieron el salto a la educación, que es el pastel que todo político nacionalista desea con mayor fervor. En Cataluña el ciclo se completó hace más de una década. El Principado es monolingüe catalán en los tres ámbitos y la lengua española ha sido arrinconada al uso privado. Con un precedente tan exitoso y sin apenas oposición era cuestión de tiempo que los nacionalistas vascos, gallegos o baleares se afanasen a la tarea de imponer el monolingüismo de facto en sus respectivas regiones.

Lo que parece indiscutible es que se trata un proceso en ya avanzadísimo estado de gestación y en algunas regiones –como Cataluña– prácticamente irreversible. Con la educación literalmente tomada y amarrados a las instituciones, tanto el PNV en el País Vasco como el BNG en Galicia han emprendido con la determinación de un iluminado la sagrada labor de erradicar el español de las escuelas y los organismos autonómicos. En Galicia la base la puso irresponsablemente el PP de Manuel Fraga que, creyendo domesticar a la bestia, la estuvo alimentando durante años. El gallego es muy similar al español, tanto que los del Bloque llevan años reinventándoselo para alejarlo de la lengua común, empezando por el propio nombre de la región, que de Galicia ha devenido en "Galiza", un neologismo que no ha hecho demasiada fortuna entre los gallegos.

En el País Vasco es la realidad la que juega en contra de los ingenieros sociales del PNV. El vascuence es una lengua complicada, muy diferente de la española y hay áreas enteras de la región donde no se habla. Este no es obstáculo, naturalmente, para que el Gobierno de Ibarretxe haya hecho de la inmersión obligatoria una de las banderas de esta legislatura. Sabe que la lengua es imprescindible compañera de sus delirios soberanistas, por eso hay que imponerla por decreto. Los que, desde fuera, protestan son tachados de centralistas y de enemigos del vascuence. Los que, siendo vascos, discrepan pueden elegir entre quedarse donde están y asistir silenciosamente a tan magno proceso de transformación social en el que sus hijos serán los principales e involuntarios protagonistas, o emigrar a la comunidad autónoma vecina.

Las normas son las mismas que en el caso catalán porque el espíritu es idéntico. Crear las inexistentes "Galiza" o "Euskal Herria" soberanas y lingüísticamente puras conlleva necesariamente este tipo de atropellos a uno de los derechos humanos más elementales, que es poder expresarse en la lengua madre y más si esa lengua madre es cooficial. Los hispanohablantes de Galicia y País Vasco, la mayoría de la población en ambos casos, deben ser plenamente conscientes de lo que les aguarda mientras los nacionalistas dispongan a placer del aparato autonómico. En Galicia ni siquiera cuentan con la mayoría en la cámara, pero el PSOE ha optado por permitir alegremente sus desmanes con tal de gobernar.

Sólo queda, por lo tanto, una opción factible: la de la resistencia civil activa. Tanto en Galicia como en el País Vasco un incipiente movimiento ciudadano está dando sus primeros pasos para impedir que, en la medida de sus posibilidades, el PNV y el BNG se salgan con la suya. Hay mucho en juego y el nacionalismo en España, muy habituado a aplicar por sistema la ley del embudo, no tiene por costumbre echar para atrás.

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