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EDITORIAL

La omertà de Rubalcaba

No parece normal que Rubalcaba guarde silencio el día en que han trascendido las terroríficas cifras del paro de septiembre y que haya declarado una suerte de omertà respecto a esa cuestión.

El candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, se caracteriza por una cierta incontinencia verbal que tanto le sirve para no responder las preguntas incómodas como para explicar lo que haría si fuera presidente del Gobierno. No es que Rubalcaba se enfrente a la actualidad a pecho descubierto, puesto que es un experto en desviar la atención, como en el Faisán, pero no suele dejar pasar un día sin encaramarse a los titulares, sea con una crítica a Rajoy o con un abracadabra sobre la banca, los ricos y el Estado del Bienestar. Por eso sorprende el espeso silencio de las últimas horas del candidato socialista. Se comprende que Rubalcaba no quiera valorar la información de El Mundo sobre los supuestos cobros de los que habría sido beneficiario José Blanco, a la sazón número dos del PSOE, ministro de Fomento y sustituto del mismísimo Rubalcaba en las tareas de portavoz del Gobierno. No es que Blanco fuera santo de la devoción de Rubalcaba, pero en este contexto no es de esperar una palabra de apoyo del candidato, ni siquiera en privado. Un abrazo con Blanco en la situación de ambos sería letal para Rubalcaba, aunque dadas sus expectativas electorales tampoco parece que fuera a perder una gran cantidad de votos por retratarse con el dirigente gallego, cuyo desliz sobre el colegio privado de sus hijos parece ahora una anécdota agradable al lado del expediente que ha provocado la confesión ante un juez de un empresario. Lo que ya no parece tan normal es que Rubalcaba guarde silencio el día en que han trascendido las terroríficas cifras del paro de septiembre y que haya declarado una suerte de omertà respecto a esa cuestión. Sorprende que el candidato socialista no disponga de ningún argumento para imputar el desempleo al PP (a diferencia del Gobierno); que no salga a la palestra para exponer la fórmula que dice poseer para acabar con esta lacra; que eluda comparecer un día en el que muchos parados esperan una explicación; que deje en blanco, y no precisamente por hablar de su correligionario, un día de la precampaña, cuando el 20-N está a la vuelta de la esquina. A este paso y con las encuestas en caída libre, cabe concluir que el PP ganará las elecciones por incomparecencia del rival.

Por otro lado, la reacción del Gobierno de imputar a las Comunidades y ayuntamientos gobernados por el PP el aumento del paro en septiembre demuestra el grado de depravación intelectual que provoca la espeluznantemente nula capacidad operativa de Elena Salgado y el ministro del ramo. De ahí que lo único que se le ocurra al Gobierno es sugerir que la culpa, como siempre, la tiene el PP. El grado de indigencia mental de este argumento maximiza la capacidad de sorpresa de los españoles, muchos de los cuales aún no creían capaz al Gobierno de perpetrar tan delirante excusa, el lamentable epílogo de un desastre provocado, entre otros, por Zapatero y Rubalcaba.

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