Habida cuenta del absoluto fracaso –más bien, absoluta renuencia– del Gobierno de Mariano Rajoy a la hora de hacer cumplir la ley y las sentencias en Cataluña, no es de extrañar que las sediciosas autoridades del Principado se hayan tomado por enésima vez a guasa una resolución del Tribunal Constitucional como la que pretende suspender los preparativos del nuevo e ilegal referéndum secesionista, previsto para el año que viene.
Es de la acomodaticia pasividad del PP de Rajoy a la hora de dar la batalla de las ideas y combatir los delirios históricos e identitarios del nacionalismo, y de su posterior desidia a la hora de hacer cumplir la ley a quienes abiertamente decidieron en 2012 desafiar al Estado de Derecho, de lo que debería arrepentirse Soraya Sáenz de Santamaría, y no de la oposición de su partido al estatuto soberanista catalán, elaborado con la confesa intención de dinamitar la Constitución y marginar al partido de Aznar.
El contraproducente intento de contentar a los que jamás se van a contentar, la asunción del relato del adversario y la absoluta traición a las ideas y posiciones liberal-conservadoras han convertido al PP en un partido irreconocible y decadente, incapaz de frenar los ataques a España y de acometer regeneración alguna. Hace años que el PP de Rajoy sólo aspira a presidir desde el Gobierno un consenso socialdemócrata que, en nuestro país, además nunca se ha caracterizado por combatir al nacionalismo, sino por plegarse él.
No es de extrañar que un think tank liberal-conservador como FAES, fuertemente comprometido con la nación española entendida como Estado de Derecho, haya terminado por romper con un partido que ha renunciado al debate de ideas y al que sólo le preocupa la gestión del día a día de un modelo estructuralmente insostenible y llegar a acuerdos con quienes violan ley. Nada más insostenible que un modelo socialdemócrata sobre el que además pesa un sistema autonómico demencial, al que, para remate, se le exige que se adapte –todavía más– a una insaciable minoría de españoles que no quieren serlo.
Que desde Génova hayan despachado el ajustadísimo reproche de Aznar a Sáenz de Santamaría con un "FAES ya no es del PP" sólo evidencia hasta qué punto ha llegado la corrupción ideológica del partido cuyo líder máximo, lacayunamente obedecido por tanto cobarde y tanto oportunista y tanto inmoral, quería libre de liberales y conservadores, es decir, de quienes le dieron fuelle, sustancia, coraje e integridad.
Con esta clase política, en general, y con este partido al frente del Ejecutivo, es de temer que las resoluciones del Tribunal Constitucional contra el ominoso referéndum del año que viene sirvan para tan poco como aquellas que trataron de impedir que se celebrara el del 9 de noviembre de 2014.