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EDITORIAL

La crisis con Marruecos

Curiosamente, cuando estaba en la oposición, Zapatero consideraba una crisis tan enorme el que Marruecos no tuviera embajador en España que decidió viajar a rendirle pleitesía al sultán Mohammed VI

Al margen de lo que opinen partidarios y detractores del ex presidente José María Aznar, de estupideces sobre deslealtades y abdominales como las que ha proferido el cuadrumano Zarrías, lo que no cabe duda es de que la visita a Melilla ha tenido un éxito abrumador. Quería llamar la atención sobre la crisis con Marruecos y lo ha conseguido, vaya si lo ha conseguido.

Si los socialistas han saltado como fieras sobre el presidente de FAES es porque su presencia en la ciudad africana y española garantizaba que el foco de la actualidad, hicieran lo que hicieran, recaería sobre nuestras relaciones con Marruecos. Y en pocas materias como en las relaciones exteriores su ineptitud reluce con tanta intensidad. Disfrutan de la ventaja de que, en general, la atención de la opinión pública a los asuntos internacionales es escasa y poco informada. Pero la bancarrota de nuestras relaciones exteriores es aún mayor que la de nuestra economía, y garantizaría un desastre electoral si los votantes les concedieran más importancia.

En la escasa artillería política y diplomática demostrada a lo largo de los años por Miguel Ángel Moratinos destaca por la frecuencia en su uso la costumbre de negar cualquier problema y restar importancia a una crisis. De creernos al titular de la cartera de Exteriores, España no ha tenido en los últimos seis años ningún problema con ningún otro país, y su labor por tanto sería completamente prescindible. Así que no resulta sorprendente que ahora defienda el "excelente estado de las relaciones con Marruecos" y asegure que no ha existido ni conflicto ni crisis bilateral.

Curiosamente, cuando estaba en la oposición, Zapatero consideraba una crisis tan enorme el que Marruecos no tuviera embajador en España que decidió viajar a rendirle pleitesía al sultán Mohammed VI, reuniéndose en una sala adornada con un mapa en el que el Sáhara, Ceuta, Melilla y las Canarias formaban parte de reino alauí. Pocos meses después de aquella deslealtad –pues lo es dar aliento al enemigo, y no a los tuyos–, Marruecos decidió invadir Perejil.

Ahora, en cambio, de creer a Moratinos, los meses que llevamos sin embajador español en Marruecos ni marroquí en España no serían ninguna crisis; tampoco sería un conflicto los incidentes en Melilla, una clara provocación de las que suele acometer la diplomacia alauí con cierta frecuencia. Las ambiciones del sultán están claras. Las formas de presionar también. Las nuestras, gracias en buena medida a la incapacidad de Zapatero y Moratinos, están bastante disminuidas.

Aznar intentó durante su etapa de gobierno dejar atrás la política exterior heredada de la dictadura y tener voz propia en el concierto internacional. El PSOE no sólo se resistió a un cambio natural, que correspondía a una sociedad más madura y próspera, sino que prefirió volver a la vieja y falsa amistad de España con el mundo musulmán, además de amigarse con todas las dictaduras que fue capaz de encontrar en el mapa. Una política que no sólo es inmoral, sino profundamente contraria a los intereses de España. Pero claro, ¿qué otra política podría defender un Gobierno que no cree en nuestro país y ha hecho todo lo posible por perjudicarlo?

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