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EDITORIAL

La ambición de Aznar sin el debate de Rajoy

El PP ha elevado este fin de semana la temperatura de su campaña electoral y el nivel de su confrontación con el PSOE. Los populares no sólo han empezado a utilizar las enormes posibilidades que les brindan las últimas "ocurrencias" de marketing político del PSOE, sino que también han puesto el dedo en la llaga en cuestiones de fondo, como es el desbarajuste programático que ofrece el PSOE en cuestiones tan esenciales como la estabilidad institucional, la política exterior, el terrorismo, la política económica o la unidad de España. Los populares incluso han vuelto a retomar el asunto de Maragall/Rovira que tanto debe ser explotado por razones políticas, morales y, cómo no, electorales.
 
Mucho antes de que Carlos Aragonés lo expusiera ante los cuadros de su partido, ya reclamábamos aquí, concretamente el pasado día 4, que el PP pusiera más carne en el asador. Decíamos que era preciso para evitar los perjuicios del exceso de confianza, así como porque España y su futura gobernación requieren, aunque sea al frente de la oposición, un nuevo liderazgo en el PSOE que sólo se producirá si la victoria del PP es ahora lo suficientemente arrolladora.
 
Sin embargo, estas cuestiones, que van un poco más allá, no son tomadas suficientemente en cuenta, por desgracia, por los asesores electorales, abocados al corto plazo y marcados por una medición de los tiempos conservadora en exceso. Es cierto que en el PP se ha elevado ya —como antes reconocíamos— el tono de crítica en los cuadros medios, pero se ha mantenido a Rajoy en un tono que, si bien resulta adecuado para hacer sus propias ofertas, continúa resultando excesivamente bajo para la gravedad del peligrosísimo disparate que constituye la figura de Zapatero, incluso en la oposición.
 
Respecto a Rajoy, no hay que olvidar, además, que como decía Napoleón, “el comandante es el regimiento”, por lo que no termina de ser convincente que la solución pase porque sean otros los que hagan aquello en lo que Rajoy debería ya estar dando ejemplo. Frente a esa aparente ambigüedad o pasividad, la intervención de ayer domingo de Aznar destaca por su claridad meridiana. El todavía presidente ha instado al PP a tener "ambición" y a no conformarse con conservar la ventaja. “Sacamos una gran mayoría en el año 2000 —ha recordado Aznar— pero quiero más mayoría, podemos aspirar a una mayoría mayor y España necesita una gran mayoría.”
 
Cabe preguntarse si esa audacia que reclama Aznar es compatible con la negativa de los asesores de Rajoy a que este protagonice un debate con Zapatero por televisión. Para los asesores del PP, vista la ventaja que le dan los sondeos, este debate sólo constituye un “riesgo”, sin ver en él las posibilidades que también ofrece de aumentar la ventaja de Rajoy —cuya capacidad dialéctica, al margen del programa, es mucho mejor que la de Zapatero—, así como la de poner punto final al rendimiento que el candidato socialista le está sacando a esa timorata y absurda negativa de su contrincante.
 
Sabemos del valor de la prudencia y que a veces, como se dice, lo mejor es enemigo de lo bueno, pero los asesores de Rajoy también deberían ser conscientes de que en campaña electoral no siempre es recomendable comportarse como tácticos de regata. En el mar, generalmente, basta con mirar por popa, porque el viento es sólo uno y el que va detrás siempre lo recibe sucio. En una campaña electoral, sin embargo, pueden surgir muchos "vientos" distintos al mismo tiempo, frente a los cuales la táctica conservadora puede llegar a ser suicida. Además, como ha venido a decir Aznar, el PP no debe aspirar a llegar el primero a la meta, sino a hacerlo con la mayor ventaja posible. Rajoy puede llegar al Gobierno —y por mayoría absoluta— con menos escaños que los que logró Aznar hace cuatro años. Pero “España necesita una mayoría mayor”...
 
Hora es pues de ponerse manos a la obra... y a la tele.

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