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EDITORIAL

Inoperancia y sumisión ante Marruecos en el Sáhara

No cabe esperar firmeza en el Sáhara por parte del equipo que gobierna Exteriores, más interesado en estar a buenas con Marruecos a cualquier coste, que en exigir que se repare una injusticia histórica como la del Sáhara Occidental.

La violencia desatada en El Aaiún por el ejército marroquí a lo largo del día de ayer con el resultado de varias víctimas mortales vuelve a traer al primer plano de la actualidad un problema internacional totalmente enquistado –el del Sáhara Occidental­–, que seguirá empeorando hasta que no se alcance un acuerdo final entre las partes interesadas. Y entre éstas figura, aunque pueda parecernos sorprendente habida cuenta de la actitud de su Gobierno, la propia España.

El territorio del Sáhara Occidental fue abandonado unilateralmente por España hace 35 años, tras el éxito de la marcha verde convocada por Hassan II. Desde entonces la ex provincia española vive en estado de guerra permanente, ocupada de un modo ilegal por Marruecos y con parte de su población exiliada forzosamente en campos de refugiados repartidos por el desierto. La comunidad internacional, con España a su cabeza, ha decidido mirar hacia otro lado dejando que el asunto fuese pudriéndose hasta llegar al bloqueo actual.

El hecho es que, mientras no se dirima la soberanía del Sáhara Occidental, España es la administradora oficial de este territorio y la responsable última de todo lo que ha sucedido allí desde que la última unidad de nuestro ejército abandonó El Aaiún en 1976. Otra cosa es que los sucesivos Gobiernos lleven más de tres décadas haciendo dejación de sus funciones, y hoy nos encontremos frente a un problema acrecentado y con Marruecos haciendo de su capa un sayo en un país que tiene por propio y cuya anexión se ha tomado muy en serio.

Si la política española en el Sáhara ha sido, cuando menos, desconcertante por su inacción, la de los Gobiernos socialistas –tanto del de González como del de Zapatero– puede calificarse de vergonzosa. Traicionándose a sí mismos y a sus bases, los socialistas españoles han sido los mejores agentes internacionales que Rabat jamás soñó tener. Con Moratinos el asunto del Sáhara simplemente se abandonó. El ex ministro, entregado a Marruecos como nunca antes lo había estado un titular de Exteriores, dejó hacer a Mohamed VI y su política adoptó en todo momento un sesgo abiertamente promarroquí. Lo cierto es que de Moratinos poco más se podía esperar. Este de Marruecos fue uno de los muchos manchones que dejó en su historial de servicio.

Con Trinidad Jiménez, más inteligente que su predecesor, cabría haber esperado que, como mínimo, recuperase parte de la dignidad perdida por la diplomacia española en el norte de África durante los últimos seis años. Pero parece que no va a ser así. Agasajar a los que mandan en Marruecos va escrito en el código genético del zapaterismo. No cabe, pues, esperar firmeza en el Sáhara por parte del equipo que gobierna Exteriores, más interesado en estar a buenas con la autocracia marroquí a cualquier coste, que en exigir que se repare una injusticia histórica como la del Sáhara Occidental.

Pero por mucho que traten Zapatero y sus ministros de esconder la cabeza, el problema va a persistir y se envenena conforme pasan los años. Más tarde o más temprano este u otro Gobierno tendrá que fijar entre sus prioridades acabar con la descolonización del que fuese Sáhara español. Es algo más que un asunto de preferencias políticas o de intereses coyunturales, es una cuestión de Estado.   

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