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EDITORIAL

¿Hay esperanza de reforma autonómica con Rajoy?

Un proyecto de reformas que no incluya de manera prioritaria un profundo cambio del actual modelo autonómico es, lisa y llanamente, una auténtica tomadura de pelo.

Desde hace ya muchísimo tiempo las agencias de calificación de riesgo, diversos analistas nacionales y extranjeros, y nuestros socios comunitarios vienen alertando sobre el lastre que para nuestra recuperación económica constituye el actual modelo autonómico. La propia Faes hizo público también hace ya más de un año un informe presentado por José María Aznar que cuestionaba muy seriamente el diseño del actual Estado Autonómico por su insostenibilidad.

Este lunes, Esperanza Aguirre ha planteado al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, la necesidad de "revisar todo el Estado de las autonomías de raíz". Para Aguirre es "vitalmente necesario adelgazar el Estado y cortar las duplicidades que se están dando en España". En este sentido, la presidenta madrileña ha propuesto ceder al Estado central las competencias de sanidad, educación y justicia.

Por su parte, el expresidente Aznar, en un acto conmemorativo de la Constitución de Cádiz, ha vuelto a hablar de la necesidad de una "gran política nacional", de "la defensa de la España de todos, más unida que nunca", mientras que, en conversación informal, ha llegado a señalar taxativamente que la "prima de riesgo es consecuencia de la nación", entendiéndose por tal el actual modelo autonómico.

Pues bien. A pesar de todas estas declaraciones, y a pesar también de que la prima de riesgo de la deuda española se ha vuelto a disparar y la bolsa a desplomar, Mariano Rajoy se ha limitado a manifestar que "ni se plantea" el debate sobre el modelo autonómico. Negándose a hacer más declaraciones, el presidente del gobierno ha esquivado a los periodistas, para lo cual ha tenido que salir del Senado por el garaje.

Pocas imágenes como esta dan la impresión de que Rajoy, a pesar de sus apelaciones a la necesidad de reformas, aspira a ser, en realidad, el buen gestor de un insostenible statu quo. Y es que un proyecto de reformas que no incluya de manera prioritaria un profundo cambio del actual modelo autonómico es, lisa y llanamente, una auténtica tomadura de pelo. El despilfarro y la desvertebración a los que nos aboca constituyen un problema demasiado grave como para despacharlo con simples retoques o llamadas a la responsabilidad sin mayores consecuencias. Rajoy ya ha demostrado con hechos que no considera contraproducente para la recuperación económica la subida de impuestos con la que viola, además, los compromisos y principios que su partido enarboló ante los electores. Lo malo es que también está demostrando que quiere rehuir cualquier reforma que pueda soliviantar a los nacionalistas, especialmente a CiU. Y eso, aun a riesgo de hacer inverosímil sus pretensiones de reducción del déficit en las que las comunidades autonómas tienen un papel esencial.

Ante el debate planteado por Esperanza Aguirre, Rajoy, tal y como ya hiciera hace más de un año cuando lo planteó Aznar, prefiere ignorar nuevamente que la falta de contribución de las autonomías al control del déficit y del endeudamiento tiene un origen estructural, que no es otro, precisamente, que el pésimo diseño de nuestro modelo autonómico; un modelo que, entre otras cosas, no hace recaer sobre los gobiernos autonómicos los costes electorales de la recaudación de impuestos pero sí lo beneficios electorales que procura su gasto.

Mucho tendrá que cambiar Rajoy si quiere dar credibilidad a su supuesto afán reformista. Mucho tendrá que cambiar si no quiere convertirse él mismo en un factor esencial de nuestra prima de riesgo.

En España

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