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EDITORIAL

Hasta aquí, presidente

El resultado es tan malo, la situación tan dramática y la debacle del PP tan formidable que se hace imprescindible que Rajoy asuma su responsabilidad.

Pese al excelente resultado de Ciudadanos, cuya victoria tiene un innegable valor simbólico y político, lo ocurrido este jueves en Cataluña sólo puede ser calificado como un desastre sin paliativos: después del desastre del procés, después de la deriva de los últimos años y tras recurrir a una decisión de tanta transcendencia como aplicar el artículo 155 de la Constitución el resultado es una nueva mayoría absoluta separatista y, por tanto, una situación que es ahora mucho peor que el 30 de septiembre gracias a una gestión absolutamente lamentable del Gobierno. La pretendida solución sólo ha agravado el problema.

Lo ocurrido en Cataluña, sin embargo, sólo puede sorprender a los que confunden los deseos con la realidad. En Libertad Digital ya advertimos de que era inevitable que la estrategia de Rajoy ante el golpe de Estado perpetrado por el separatismo conduciría a España a esta complicadísima situación.

Mariano Rajoy nunca quiso aplicar el artículo 155 de la Constitución y así lo ha reconocido en muchas ocasiones. Sólo cuando el golpe catalán se hizo tan grosero que no admitía otra respuesta se decidió a dar el paso, pero en la práctica nada ha cambiado y la vida política de Cataluña ha seguido desarrollándose en la ilegalidad y el golpismo.

En lugar de enfrentarse al golpe el Gobierno ha seguido hasta última hora en una "operación diálogo" en la que sólo creían ellos, y ha dejado pasar un 155 que finalmente sólo ha sido la enésima oportunidad perdida por un Rajoy cuya carrera política será recordada, sin ningún género de duda, por haber dejado pasar prácticamente todas las posibilidades de solucionar de verdad los problemas de España que han pasado por su lado.

Y es que era evidente que iba a ser imposible que el objeto de la aplicación del 155 –devolver el orden constitucional a la comunidad sublevada– se alcanzase convocando las elecciones en un plazo de menos de dos meses y manteniendo el tejido propagandístico de los medios públicos catalanes intacto y a pleno rendimiento.

Porque a pesar de que Soraya Sáenz de Santamaría presumiese de haber "descabezado" al separatismo, la realidad es que los únicos que han asumido al menos parte de sus responsabilidades han sido el Poder Judicial y la Corona, en la mayor parte de las ocasiones en contra del criterio de un Ejecutivo políticamente inoperante.

El PP de Cataluña ha pagado por los errores de Rajoy un precio altísimo hundiéndose en el último puesto del Parlament con sólo tres diputados. Un resultado ridículo, dramático. Sin embargo, aún más alto será el precio que va pagar España: la situación se va a volver insoportable no sólo en Cataluña, sino que todo el tejido institucional español y el sistema constitucional corren serio peligro de saltar por los aires. No es Cataluña: es toda España la que se asoma al abismo, la que está mucho más cerca del precipicio ahora que el pasado 30 de septiembre.

El resultado es tan malo, la situación es tan dramática y la debacle del PP es tan formidable que se hace imprescindible que el presidente del Gobierno asuma sus responsabilidades: Rajoy debe dimitir y convocar elecciones generales, porque ha quedado meridianamente claro que ni sabe, ni quiere, ni probablemente puede ya estar a la altura de los tremendos retos que se abren ante España, en buena parte por culpa de un presidente al que sus propios errores han llevado al fracaso.

Hasta aquí, señor presidente, es hora de irse.

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