Lo que es virtud en el hogar: gastar menos de lo que se ingresa, hacer más con menos, parece ser el peor de los pecados en la administración pública. Décadas de propaganda machacando con la idea de que todo servicio público, sea el que sea, mejora cuanto más dinero pones en él han logrado convencer a muchos, pese a claros contraejemplos como el de la educación, en la que un constante incremento en el gasto por alumno ha ido acompañado de un generalizado descenso en su calidad, gracias en buena medida a la LOGSE del candidato Rubalcaba.
Pero por más que se empeñen, el gasto público siempre tiene un gran porcentaje de derroche. Ya lo dejó claro Milton Friedman cuando explicó que de todas las formas de gasto, la peor es aquella en que para sufragar algo que no disfrutaremos nosotros tampoco gastamos nuestro propio dinero: ni cuidamos que la adquisición sea satisfactoria ni que sea al mejor precio posible. Lo vemos, por ejemplo, en el conflicto de los profesores de la enseñanza pública en Madrid: dan menos horas de clase que sus colegas de la concertada, cobrando más y con peores resultados. Y hacen huelga cuando se les incrementa una hora y media a la semana.
Poco a poco, algunos de los políticos salidos de las urnas del 22 de mayo, aun por necesidad, están empezando a sacar la tijera. Bauzá, Monago, Cospedal o Aguirre están tomando medidas imprescindibles para que España no se convierta en una segunda Grecia. Acostumbrados a que se nos digan cosas como "el dinero público no es de nadie" o "yo soy presidente autonómico, no un contable", es de agradecer que haya quien se tome su trabajo en serio.
España está en una situación límite, y sólo hemos empezado con los recortes. Serán necesarios políticos capaces de tomar decisiones difíciles, y que sean capaces de mantenerse firme en ellas pese a las protestas. Lo que ha sucedido hasta ahora no es más que un aperitivo de lo que pasará si Rajoy gana las elecciones y tiene que acometer las nunca especificadas reformas estructurales. Si ahora cualquier gobernante del PP se echa para atrás, podemos temer lo peor para nuestro futuro.