El primer acto público relevante del PSOE a la vuelta de las vacaciones ha tenido lugar, como es costumbre, en la localidad minera de Rodiezmo. Es ésta una romería cada vez más desangelada que últimamente protagonizan casi en exclusiva los liberados sindicales de UGT y un puñado de altos cargos socialistas con coche oficial, que para la ocasión se disfrazan de proletarios cambiando la corbata de seda por el pañuelo rojo.
Semejante desbandada, sólo equiparable a la que que se ha ganado a pulso el cine español, resulta perfectamente comprensible, habida cuenta de que en su origen se trataba de una jornada para reivindicar mejoras laborales en la minería pero que terminaron por copar los barandas del partido que puso fin a las ayudas, sin duda abusivas, que ese sector viene percibiendo desde los tiempos de la reconversión industrial.
La ausencia de trabajadores reales no fue obstáculo para que los socialistas, encabezados por el incombustible Alfonso Guerra, se desgañitaran contra el Gobierno, al que tacharon de ilegítimo, haciendo un uso de la demagogia que resulta abusivo incluso si se tiene en cuenta la proverbial manga ancha del PSOE en este ámbito.
Como en sus peores tiempos, Guerra fue el encargado de acusar a Rajoy de usurpar un poder que, indefectiblemente, tiene que estar en manos del PSOE. Que semejante andanada antidemocrática proceda nada menos que del presidente de la Comisión Constitucional del Congreso nos permite hacernos una idea no sólo del escaso rigor ético del personaje –suficientemente conocido tras treinta años de vida pública–, sino de las tragaderas de unas Cortes Generales que le confían la misión de velar por la constitucionalidad de los procedimientos más sustanciales que se dirimen en la Cámara Baja.
El PSOE ha decidido someterse nuevamente al fielato del guerrismo, su esencia más característica cuando los votantes lo expulsan del poder. Y lo hace además mintiendo sobre el supuesto plan del Gobierno de eliminar la subvención de 400 euros a los desempleados que han agotado las prestaciones del subsidio; sin atender al hecho de que fueron ellos, los socialistas, los que pusieron una fecha tope de seis meses para recibir esa ayuda, a pesar de que de sobra sabían que era un plazo absolutamente arbitrario. El Gobierno de Rajoy ha tenido que aumentar y prorrogar por dos veces esa ayuda a los parados sin recursos provocados por la gestión de Zapatero con el aplauso de Guerra; si bien ha introducido la razonable pretensión de que los beneficiarios acrediten estar buscando empleo, razón por la cual los socialistas, responsables de la desgracia de tantas familias desamparadas, amenazan con incendiar las calles contra el Ejecutivo que amplía sus ayudas insuficientes y lo tachan de ilegítimo.
El PSOE se ha colocado extramuros del juego democrático con su decisión de protagonizar las acciones callejeras organizadas por los sindicatos de izquierdas y su legión de liberados. Ni siquiera la evidencia de su abrumadora responsabilidad en la desgracia actual de tantos españoles es suficiente para templar su propensión a la algarada, sino más bien todo lo contrario, a tenor de lo que pudimos escuchar este domingo en Rodiezmo.
El PSOE se retrata una vez más con esa actitud, desconocida en las socialdemocracias de los países más avanzados. Es hora de que la sociedad en su conjunto lo haga también, en este otoño que los socialistas y los sindicatos de izquierdas han decidido incendiar.