Por la mañana, la banda terrorista, comunista y nacionalista vasca ETA ha asesinado en su feudo de Mondragón al ex concejal del PSOE Isaías Carrasco delante de su mujer y una de sus hijas. No tenía escolta, pues la había rechazado tras no salir reelegido en las últimas elecciones municipales. Su puesto lo ocupa hoy un proetarra, que pudo presentarse gracias a la complacencia de la Fiscalía y la Abogacía del Estado, cuyas togas mancharon con el polvo del camino siguiendo las directrices de José Luis Rodríguez Zapatero.
Por la tarde, los representantes de los grupos políticos representados en el Congreso de los Diputados se reunieron para pergeñar un comunicado conjunto. En él aseguran que a los terroristas "sólo les espera la aplicación de la ley, la acción de la policía y el ejercicio de la justicia". Sin embargo, los etarras saben perfectamente que les espera algo más: una negociación con un Gobierno plenamente dispuesto a pagar un precio político por el asesinato de Isaías Carrasco. Y lo saben porque el PSOE y sus socios se han negado a incluir en el comunicado un rechazo a la negociación y el compromiso de revocar la autorización del Parlamento al cambalache con la ETA en cuanto se reúnan de nuevo las Cortes.
Esa propuesta era una mano tendida del Partido Popular a Zapatero a dos días de las elecciones, una muestra más de que la derecha, incluso la política, antepone la decencia a los cálculos electorales. Era una oferta que le hubiera permitido alejar de sí la sospecha de que volvería a sentarse con la ETA. Al rechazarla, Zapatero y los suyos han confirmado que, estén en el Gobierno o en la oposición, seguirán negociando con los asesinos de Isaías Carrasco. Al rechazarla, han dejado claro que su proyecto de futuro no incluye al PP, pero sí a la ETA. Al rechazarla, han puesto en evidencia el envilecimiento al que ha llegado la sede de la soberanía del pueblo español, envilecimiento que esperamos sinceramente no alcance a la mayoría de quienes están llamados a votar el domingo.
Desgraciadamente, caben todos los escepticismos. Si los terroristas eran perfectamente conscientes de que con un asesinato a pocos días de las elecciones lograrían influir en ellas es porque entre el 11 y el 14-M la izquierda, con la ayuda de sus medios de comunicación, se aprovechó del crimen culpando al PP del mismo para auparse a La Moncloa, prometiendo a los españoles que si el Gobierno se negaba a luchar contra el terror en Irak nada malo volvería a pasarnos. Y mientras los españoles no digamos ¡basta ya! y votemos por partidos que se comprometan a luchar contra el terrorismo, contra todo terrorismo, sin atajos ni pagos políticos seguirán haciéndolo una y otra vez. Este atentado es consecuencia directa, no del 11-M, sino de su manipulación sectaria y del voto del miedo que le siguió.
El 11-M y el proceso de rendición le han permitido a ETA ser quien marque los tiempos y la agenda política al final de esta campaña electoral. Siempre hemos apoyado a los gobiernos que luchan contra el terrorismo, sean del signo que sean. Pero esa misma convicción nos lleva, también, a renegar de todo Gobierno que negocie un premio por matar. Los culpables del asesinato de Isaías Carrasco son los terroristas, y únicamente los terroristas. Pero eso no debe impedirnos reclamar, poco antes de que los españoles acudan a las urnas, que los partidos que de verdad quieren el fin de ETA vuelvan a reunirse en torno a la única vía para su derrota: la lucha sin cuartel y el Estado de Derecho, sin atajos de ningún tipo. Es más, es nuestra obligación. Se lo debemos a Isaías Carrasco.