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EDITORIAL

En Barcelona, por los derechos de todos

Miles de catalanes nos han recordado que los derechos civiles son de todos. Los socialistas siguen sumidos en la amnesia voluntaria.

Desde la publicación en 1981 del manifiesto de los 2.300, la manifestación del domingo en Barcelona a favor de la libertad lingüística en Cataluña y en otras regiones de España en las que sus gobiernos limitan los derechos individuales a favor del colectivismo y el comunitarismo es probablemente el acto transversal de mayor envergadura llevado a cabo en Cataluña contra el nacionalismo en los últimos 27 años.

Parece mentira que, pese al carácter pionero y a la brutalidad con que la Generalidad ha llevado a cabo la imposición del catalán como lengua única en la administración y la enseñanza, las protestas hayan sido escasas y de repercusión muy limitada. No ha sido hasta que los nacionalistas se han lanzado a la implantación obligatoria del catalán en las relaciones sociales y privadas que el partido Ciudadanos, secundado por el PP y 21 organizaciones cívicas, convocó la concentración. Esta situación contrasta con la que existe en el País Vasco, donde a pesar de la violencia terrorista los defensores de la Constitución, España y la convivencia democrática no han dejado de movilizarse.

Además de constatar la situación de anormalidad política que sufre Cataluña, esta reivindicación pacífica de libertad y de respeto al pluralismo demuestra la irrealidad de uno de los mitos creados por el imaginario separatista, que los defensores del bilingüismo son una minoría radical animada por la hostilidad hacia Cataluña. Nada más lejos de la verdad, como prueba el hecho de que muchos de los líderes de los movimientos de resistencia al nacionalismo son catalanoparlantes hartos de presenciar injusticias y abusos contra los que prefieren expresarse en castellano y quienes, por motivos migratorios, no dominan el catalán.

Por tanto, ni exclusión ni división, sino respeto a la diversidad y a los derechos individuales; estas son las reivindicaciones de los manifestantes de Barcelona y de todos aquellos que desde hace décadas llevan a cabo una lucha desigual contra los que vulneran la ley y la Constitución y pretenden transformar a los ciudadanos libres en siervos de lenguas y de naciones imaginadas.

Sin embargo, no parece que el desacuerdo de la inmensa mayoría de los españoles con las reivindicaciones separatistas vaya a afectar la política del Gobierno, basada en el fomento de identidades enfrentadas entre sí y mutuamente excluyentes. La asunción por parte del PSOE y el PSC de la retórica nacionalista, consistente en agitar la amenaza de un supuesto nacionalismo español antidemocrático frente a la libertad representada por los derechos colectivos, es, junto al terrorismo, el fenómeno político más grave y peligroso para la democracia y la libertad de todos los españoles.

En efecto, una vez más el partido de Rodríguez Zapatero hace oídos sordos a las reivindicaciones de los manifestantes del domingo y prefiere promover el nacionalismo. Así, coincidiendo con la celebración de su "congreso nacional" el sábado y el domingo en Valencia, el PSPV-PSOE ha vuelto a apostar por la construcción de una identidad valenciana opuesta tanto a España como al castellano, primera lengua de la mayoría de los habitantes de la Comunidad Valenciana. Este domingo, miles de catalanes nos han recordado que los derechos civiles son de todos. Los socialistas siguen sumidos en la amnesia voluntaria.

En Sociedad

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