El espectáculo bochornoso protagonizado por los socialistas este sábado en su Comité Federal ha alcanzado cotas nunca vistas en la democracia española. Las presuntas discrepancias sobre estrategia política, en un momento complejo como el que atraviesa España, han devenido una lucha descarnada por el poder en la organización que más tiempo ha gobernado en democracia y que, a pesar de las duras derrotas que ha venido sufriendo en los últimos dos años, sigue ostentando importantes responsabilidades institucionales.
Los análisis en torno a la situación dantesca en que se encuentra el PSOE, que ya se ha cobrado la cabeza de Pedro Sánchez, parten de la premisa de que se trata de un partido esencial para el devenir de la Nación que siempre ha hecho gala de un alto sentido del Estado. El PSOE sería así una especie de garante de las esencias democráticas y un valladar contra los radicalismos de izquierdas, lo que le convertiría en un agente imprescindible para mantener a la política española en la centralidad.
Lo cierto es que, si alguna vez se aproximó a la realidad en los últimos cuarenta años, esa premisa quedó completamente sin efecto tras el 13-M y los dos mandatos de Zapatero, que llevó al PSOE a unas cotas de radicalismo sectario inauditas en un partido socialdemócrata europeo moderno. Sus políticas sectarias, tremendamente divisivas, su complicidad con los nacionalistas separatistas y su entreguismo blanqueador ante ETA alfrombraron el surgimiento de Podemos, que hizo acto de presencia en Ferraz el sábado en forma de agitadores callejeros al más puro estilo del Comando Rubalcaba.
Sánchez, un personaje de una mediocridad pavorosa, se creyó un nuevo Zapatero y pretendió llevar el PSOE aún más a la izquierda más siniestra, pero, para su desgracia, ese espacio ya lo ha ocupado la formación de Pablo Iglesias y el resto de la tropa bolivarianamente liberticida. El resultado viene siendo una caída brutal en apoyo popular, paralelo al aumento de las tensiones internas en un partido cada vez más marginal en la política nacional.
El sainete socialista trajo este sábado la dimisión de Pedro Sánchez. Ahora bien, no por eso ha quedado resuelto el nudo gordiano de la formación del nuevo Gobierno, puesto que no está claro que los nuevos órganos mandarines del PSOE vayan a tomar una decisión tan comprometida como la abstención en una nueva investidura a favor de Mariano Rajoy.
En los próximos días veremos qué línea se impone en el PSOE, y hasta qué punto éste es capaz de recuperarse del ominoso ridículo que está infligiéndose. Sea como fuere, los socialistas tienen muy merecido lo que les ha ocurrido, por su tradicional sectarismo y su formidable falta de escrúpulos, que en tantas y qué cruciales ocasiones ha hecho un daño tremendo a España.