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EDITORIAL

El PSOE muestra los colmillos

A Rubalcaba no le interesa un partido de guante blanco porque en esas condiciones no puede aspirar ni siquiera a recortar ligeramente la ventaja de quince puntos que le saca Mariano Rajoy. Por eso se recurre a ETA, a un supuesto final de la banda.

Hace algo más de tres años, Zapatero admití­a ante el periodista Gabilondo que el PSOE necesitaba generar un ambiente de tensión para revalidar su atí­pico triunfo de 2004. Antes como ahora, el mejor escenario para el socialismo es aquel que le permite rehusar la confrontación de ideas para centrarse en un combate de descalificaciones, insultos y contraposición de gestos, una dinámica que tiende a normalizar la demagogia, a hacer tabla rasa del pasado y a presentar la campaña con unas dosis de dramatismo polí­tico que oculten el verdadero telón de fondo de España, sumergida en una crisis sin precedentes y cuyas consecuencias más lacerantes (fundamentalmente el paro) no son sólo fruto de la situación internacional.

A Rubalcaba no le interesa un partido de guante blanco porque en esas condiciones no puede aspirar ni siquiera a recortar ligeramente la ventaja de quince puntos que le saca Mariano Rajoy. Por eso se recurre a ETA, a un supuesto final de la banda (más certero y descriptivo resultarí­a el término transformación) y a una escalada de promesas que consisten fundamentalmente en retractarse de lo perpetrado hasta ahora por un gobierno del que era vicepresidente primero hasta hace solo unas semanas. Más que en la frágil memoria del electorado, que también, el equipo de Rubalcaba confí­a en alentar el miedo a la derecha, para lo que no ha encontrado mejor estratagema que la de describir la ruina que han dejado los socialistas en las comunidades y ciudades en las que gobernaron como una consecuencia de la voracidad recortadora del PP. Ya les ha funcionado en el pasado, por muy grosero que parezca.

No es nada descartable que el PSOE pueda tener cierto éxito con esas maniobras, pero Mariano Rajoy ha renunciado a entrar en el trapo porque ni lo necesita ni parece que con eso, más la reaparición de Felipe, vaya a poder dar la sorpresa el candidato rival. La distancia es tal, como en 2004, que se necesitarí­a una situación comparable a aquella para dar crédito a un vuelco electoral. Otra cosa es que no vayan a ocurrir aquellos desajustes democráticos que desde hace ya muchos meses se vienen denunciando en relación a ETA, esto es su participación en campaña al servicio de los intereses socialistas. El goteo de pequeños gestos de la banda (por llamarlos de algún modo) que los dirigentes socialistas celebran como pasos en la dirección correcta muestra hasta que punto está dispuesto a claudicar el Gobierno saliente. Otra cosa también es que el PSOE no vaya a recurrir a sus clásicos para rebajar la victoria popular y sobre eso, los indignados y la calle tienen mucho que decir, por lo que habrá un nuevo tipo de protesta contra el PP, la preventiva. No será, por tanto, una campaña tranquila.

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