Bien está que Rajoy, aunque sea con retraso, haya interrumpido sus vacaciones para denunciar en rueda de prensa desde Pontevedra los ataques que está recibiendo su partido en forma de filtraciones, utilización partidista de la fiscalía, humillantes detenciones o presuntas escuchas ilegales. También está justificado que, para responder de lo que ha calificado como "nueva inquisición", Rajoy haya exigido la inmediata comparecencia de la vicepresidenta Fernández de la Vega, del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba y del Fiscal General del Estado, Conde Pumpido.
Lo que esta contundente aunque tardía intervención del líder de la oposición no ha podido evitar, sin embargo, es que el ministro del Interior desplegara por su parte una muestra de ese cinismo del que sólo él es capaz.
Y es que, por muy inapropiada que haya sido la forma en que Cospedal haya hecho pública su no probada denuncia de las escuchas ilegales, causa sonrojo oír a un personaje con el historial de Rubalcaba hablar de "infamia". Lo que resulta infame es que a Rubalcaba nunca le haya parecido infame que desde instancias gubernamentales se organizaran malversaciones de fondos públicos, secuestros y asesinatos, como los perpetrados por los GAL en tiempos de González; o que el CESID grabara ilegalmente conversaciones a empresarios, políticos, periodistas e incluso al Rey, también en tiempos de González; o que el propio Rubalcaba desviara contra el Gobierno del PP la ira ciudadana causada por el 11-M al relacionar insidiosamente la masacre con la política exterior de Aznar; o que él mismo violara la jornada de reflexión para acusar al Gobierno del PP de mentir; o que el Gobierno de Zapatero negociara y comprometiera concesiones políticas y penales a los etarras, antes, durante y después de la tregua; o que el Gobierno de Zapatero y la fiscalía no vieran durante tanto tiempo los sobrados motivos para ilegalizar a los proetarras de ANV o PCTV; o que se detuvieran a dos ancianos militantes del PP y se les acusara injustamente de agredir a Bono en una manifestación en apoyo a las víctimas del terrorismo; o que se tratara de excarcelar tan prematura como injustamente a un terrorista tan sanguinario como De Juana Chaos; o que dos policías chivaran a miembros del aparato de extorsión de ETA de que estaban siendo vigilados por orden del juez Grande Marlaska.
Nos llevaría varios editoriales enumerar las probadas infamias a las que Rubalcaba les ha dado su visto bueno, y que le desacreditan de plano para acusaciones en ese sentido. Sin embargo, tampoco podemos dejarnos en el tintero que, sin salirnos del caso Gürtel, a Rubalcaba tampoco le ha parecido "infame", ni siquiera mal, las innegables filtraciones que se han perpetrado contra miembros del PP, de las que ni él ni el Gobierno ni la fiscalía han dado, ni pedido, explicaciones a pesar de ser delito. Tampoco le ha parecido mal a Rubalcaba que fuera la vicepresidenta De la Vega quien, desde Costa Rica, informara de los recursos que iba a plantear la Fiscalia contra un dirigente del PP tan destacado como Francisco Camps.
En cuanto a la bochornosa e insólita forma en la que fueron detenidos y esposados los cargos del PP supuestamente implicados en el caso Palma Arena, Rubalcaba ha tenido la desfachatez de asegurar que él dio la orden de que se hicieran las cosas con "prudencia y mesura". En este sentido, no ha faltado quien, como el comisario jefe de Seguridad Ciudadana en Baleares, se haya mostrado dispuesto a cargar con el muerto de la responsabilidad, al asegurar que "tal vez se le olvidó" transmitir la orden a los policías para que no esposasen a los detenidos. ¿Pero alguien se puede creer que fue decisión de los agentes el esposarlos y hacerlo de una forma tan insólita que, tal y como han denunciado los sindicatos policiales, ni siquiera se utiliza para el traslado de terroristas? ¿Alguien se puede creer que fue decisión de los propios agentes policiales el esposar a los cargos del PP de forma tan insólita que hacía mucho más aparatoso, dificultoso y –eso sí– vistoso su traslado? Tal vez sí, pero desde luego resulta tan increíble como que también fuera de motu proprio la decisión de los agentes de dar el chivatazo a ETA.
Finalmente, y por mucho que al PP le quede todavía tarea para respaldar con pruebas sus denuncias respecto a las escuchas, no olvidemos que, tal y como ha recordado Trillo este martes, algunas de ellas el PP ya las ha aportado en la denuncia que presentó el mes pasado contra diferentes filtraciones de secretos sumariales. Eso, por no preguntarnos también con Trillo sobre cómo sabe La SER que él telefonea a diario a un señor Montero que los periodistas de esta cadena confundieron con un magistrado del mismo nombre.
Lo que es seguro es que Rubalcaba tampoco considerará esto como "infame".