Un sondeo de intención de voto realizado por la empresa Gizaker para la radiotelevisión pública vasca, EiTB, pronostica que el PNV ganará las elecciones autonómicas del próximo día 25 con 27 escaños, los mismos que hace cuatro años, mientras que EH Bildu lograría 17 parlamentarios y Podemos 14. PP y PSE quedarían empatados a 8 escaños y Ciudadanos entraría en el Parlamento regional con un escaño por Álava.
Con independencia de la exactitud de su pronóstico, es evidente que este sondeo abunda en el persistente declive de los partidos constitucionalistas en el País Vasco, que con Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros a punto estuvieron de disputarle la hegemonía al nacionalismo. Parecía harto difícil que el respaldo al PP pudiera caer más de lo que ya lo hizo en 2012, tras la defenestración de María San Gil, cuando se quedó con tan solo 10 escaños. El desplome del PSE que pronostica este sondeo es todavía mayor, pues los socialistas verían reducidos a la mitad los 16 escaños que obtuvieron hace escasos cuatro años. Para colmo, la única formación claramente combativa contra el nacionalismo vasco que quedaba, UPyD, no se presenta a estas elecciones. Su único escaño lo heredará Ciudadanos, que, si bien no tiene tan clara la incompatibilidad de los fueros y los privilegios con la igualdad de todos ante la ley, no llega a los extremos acomodaticios del PP y el PSOE.
Sea como fuere, es muy probable que las formaciones partidarias del mal llamado derecho de autodeterminación –Bildu, Podemos y el PNV– ocupen tres de cada cuatro escaños del Parlamento vasco. Un escenario lamentable que sólo ofrece un motivo de consuelo: la alta improbabilidad de que, en aras de un proceso secesionista, el conservador PNV se haga el harakiri en beneficio de formaciones de extrema izquierda, tal y como ha hecho la significativamente extinta CiU en Cataluña en beneficio de Esquerra y la CUP. Si el PNV quiere conservar el poder sin echarse en brazos de los proetarras y de sus aliados podemitas, no tendrá más remedio que pactar tanto con el PSOE como con el PP, y ese pacto no podrá verse reducido a la simple abstención de los constitucionalistas, tal y como ha pasado en esta legislatura, sino que tendrá que contar con el apoyo activo de una de las dos formaciones nacionales.
Con todo, escaso consuelo es éste, y poca presión podrán ejercer las decadentes formaciones constitucionalistas al PNV si la alternativa es un Gobierno regional en manos de Bildu y Podemos. A eso, sin embargo, ha quedado reducido el constitucionalismo vergonzante y condescendiente que representan el PP de Rajoy y el PSOE de Sánchez: a servir de apuntalador de lo malo por miedo a lo peor. Vaya panorama desazonante.