En las últimas semanas se han producido varios movimientos políticos que recuerdan peligrosamente a los prolegómenos de la negociación con ETA de la anterior legislatura. El hostigamiento que sufre la banda terrorista en Francia no debería haceros olvidar que en España su partido político no sufre un paralelo acoso institucional, justo en unos momentos en los que urge disolver los ayuntamientos de ANV para evitar tanto la financiación de la banda terrorista como la obtención de información básica sobre las posibles víctimas.
La última señal de alarma ha saltado con el recurso a las metáforas por parte del presidente del Gobierno, tan habituado a recurrir al eufemismo y a la alegoría cuando está a punto de mentir, si es que no lo ha hecho ya. Recordemos simplemente el uso del término "accidentes" en lugar de a "atentados" o el de "desaceleración" por crisis. Ahora, Zapatero nos ha sorprendido con otro llamativo mensaje: "un bisturí que no debe rozar el corazón del pluralismo".
El conservadurismo quirúrgico del presidente del Gobierno sólo puede deberse a una cosa: no quiere llevar a cabo la operación que precisa la democracia española. Pero ante su inaceptable pasividad, son los tejidos sanos los que están muriendo. Cual galeno que burla el juramento hipocrático, rechaza salvar la vida del enfermo y, siguiendo con el juego de alegorías en el que nos ha metido, parece preferir una muerte indigna del paciente.
Desde luego, no resulta tranquilizador que al desbrozar su metáfora, Zapatero haya recalcado que el Gobierno "sabe lo que hace" en la lucha contra ETA. Precisamente, si algo no puede decirse de este Ejecutivo es que haya mantenido una política antiterrorista transparente y, sobre todo, leal con la Constitución. Más bien al contrario, el PSOE no ha dudado en sentarse a negociar con los etarras a cambio de cualquier rédito electoral que le permitiera consolidarse en el poder, aun a costa de finiquitar el régimen de libertades del que gozan todos los españoles.