La llegada a España de seis presos políticos cubanos en agosto del año pasado, fruto de las gestiones realizadas por la Iglesia Católica de aquel país, fue vendida por la propaganda gubernamental orquestada por el penoso ministro Moratinos como un extraordinario gesto de apertura de la férrea dictadura cubana y un gran servicio a la causa de la libertad del gobierno de Rodríguez Zapatero.
Por supuesto nada de eso era cierto. En realidad, España simplemente ha contribuido al destierro de unos ciudadanos inocentes por parte un régimen totalitario a los que nuestro gobierno ha venido humillando desde el primer día, utilizándolos de paso como argumento para intentar suavizar la posición de la UE respecto a la tiranía cubana, como si el hecho de conmutar la pena de prisión en las ergástulas castristas por la de destierro fuera un gran avance en un camino democratizador que el castrismo, obviamente, no tiene pensado iniciar jamás.
A los seis desterrados cubanos se les negó el estatus de refugiado político, la homologación de sus titulaciones académicas, la posibilidad de encontrar un trabajo legal y hasta las más imprescindibles comodidades cotidianas de que disfruta cualquier ciudadano español por baja que sea su condición incluso en medio de la actual crisis
Como recuerdan las propias víctimas castristas desterradas en nuestro país, ellas no pidieron venir a España. Ni siquiera salir de Cuba. Su único "delito" ha sido trabajar en pos de la libertad y la democracia para su pueblo. Lo que han conseguido del gobierno de Zapatero ha sido el desprecio más absoluto y tan sólo la labor humanitaria de las ONG’s comprometidas con la libertad en Cuba y la colaboración de la Comunidad de Madrid han permitido cierto alivio material de las condiciones de su estancia entre nosotros.
El gobierno socialista jamás ha defendido la libertad para el pueblo cubano. Lejos de ello, Zapatero y sus penosos responsables de exteriores se han prestado, en nombre de España, a ser el felpudo diplomático del comunismo cubano en los foros internacionales para intentar lavar la cara a un régimen de terror, a cuya última andanada contra ciudadanos inocentes estamos asistiendo precisamente en estos días.
La regeneración de nuestra imagen externa que deberá llevar a cabo el próximo gobierno tiene en el trato a los disidentes cubanos su primera tarea imperativa. No sólo por humanitarismo, que también, sino por dignidad nacional y decencia democrática, conceptos que Zapatero se ha encargado de anular esperemos que no definitivamente.