Una de las peores consecuencias del Estado autonómico ha sido la resurrección de la figura del cacique. Las Comunidades Autónomas han mostrado, en general, mucha menor alternancia, de ahí que fuera más fácil en ellas la formación de redes clientelares y la corrupción. Cuando no se tiene miedo a perder el sillón por muchos desastres que se provoquen, por muchas sinvergonzonadas que se les descubran, el poder ni siquiera disimula su condición y se convierte en una herramienta completamente al servicio de "los nuestros".
De ahí que, de todos los presidentes autonómicos nacidos de las elecciones del 22 de mayo, la elección de María Dolores de Cospedal y José Antonio Monago debiera ser la que más alegrara a todos los demócratas, sean del partido que sean. Su investidura supone una oportunidad de oro para abrir las ventanas y que el aire fresco empiece a ventilar por fin las estancias de los gobiernos de ambas comunidades. La necesidad de cuadrar las cuentas, además, les facilitará la tarea de desmontar las estructuras montadas durante décadas para sostener la hegemonía socialista.
De los dos es Monago, investido con bastante suspense este jueves, quien más difícil lo tiene. Ha necesitado de la abstención de una Izquierda Unida opuesta en lo ideológico pero harta también del Gobierno socialista de la comunidad. Su postura, apoyada por sus bases en la región, ha sido contestada por la dirección nacional con aperturas de expediente. Sí, hablamos de la misma IU que ponía el federalismo de la formación y la consiguiente autonomía de su partido en el País Vasco como excusa para no hacer nada contra la connivencia de Madrazo y sus sucesores con Batasuna y las demás marcas políticas de ETA. Se ve que para Cayo Lara y los suyos es más importante hacer de lacayo del PSOE que enfrentarse al terrorismo nacionalista vasco.
Monago tendrá que liquidar empresas públicas y adelgazar la administración, eliminando ese "tejido adiposo" que impide a Extremadura progresar. No es casualidad que la comunidad más pobre de España sea también la que mayor porcentaje de empleo público tiene. Un exceso que ha demostrado, allí más que en ningún otro sitio, no servir para hacer prosperar la región. El popular tendrá que hacer concesiones a Izquierda Unida, pero tampoco esos tres diputados deben valer más que los 32 con los que cuenta el PP. El programa de gobierno de Monago deberá ser el suyo, por más que acepte reformas como la de la ley electoral. Sólo en ese caso podrá desmontar el régimen extremeño y dar una esperanza de prosperidad a sus ciudadanos.