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EDITORIAL

Como si no hubiera terremoto

Un ciudadano debidamente informado es consciente de las ingentes medidas de seguridad con que cuentan las centrales, que garantizan que incluso en un escenario tan fuera de lo común como el japonés no provoquen daños a la salud ni al medio ambiente.

El terremoto que ha arrasado Japón parece haberse desplazado a segundo plano. Lo importante, de lo que todos debemos hablar, es del grave riesgo que se supone que padecemos de sufrir una catástrofe nuclear. Los medios van dando titulares destinados a provocar el miedo, sin importar si la realidad que esconden debería preocuparnos tanto. Se dice, por ejemplo, que la radiación, no en los alrededores, sino dentro de la propia central multiplica por 1.000 la normal. Lo que no se dice es que aun así está muy por debajo de la que recibimos al hacernos una radiografía, y que harían falta muchas horas de exposición para que la dosis fuese mínimamente dañina.

Lo que en realidad debería resultar extraordinario es que tras un terremoto sin precedentes en Japón, las centrales hayan aguantado en general sin problemas. O, al menos, debería resultarles extraordinario a los antinucleares, que en ocasiones presentan una caricatura de esta fuente de energía que parece tomada directamente de Los Simpson. Sin embargo, un ciudadano debidamente informado es consciente de las ingentes medidas de seguridad con que cuentan las centrales, que garantizan que incluso en un escenario tan fuera de lo común como el japonés no provoquen daños a la salud ni al medio ambiente. Chernóbil no fue tanto una catástrofe nuclear como un desastre provocado por la poca consideración que tenía el comunismo por la vida.

Con el alarmismo injustificado a costa de la central de Fukushima se ha perdido de vista la magnitud de un terremoto que incluso en un país tan próspero y preparado para estas catástrofes como es Japón ha sido calificado como la peor crisis que sufre esta nación desde la Segunda Guerra Mundial. Un terremoto de 9,0 es 1.000 veces más intenso que otro de 7,0 como, por ejemplo, el que arrasó Haití el año pasado. Sólo la riqueza con que cuenta el país, que permite la construcción de edificios preparados para estos desastres, ha impedido que la catástrofe sea aún más dantesca de lo que ya es. Sin duda, los japoneses necesitarán ayuda, no precisamente del mismo tipo que los haitianos. Esa debería ser nuestra principal preocupación.

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