La Cataluña que presumía ser un oasis en el desierto de la corrupción española va a ver como entran en prisión varias personas por financiar ilegalmente a uno de los partidos de la coalición en el gobierno, la Unión de Duran i Lleida; también ha visto como la sede de uno de sus principales partidos, la Convergencia de Artur Mas, se embargaba por haberse lucrado, presuntamente, en un caso de corrupción; en los últimos años las portadas de su muy controlada prensa se han llenado con nombres como Palau, ITVs, Pretoria…
En definitiva, partidos e instituciones de distinto nivel se ven salpicadas por certezas o por serias sospechas de corrupción, incluso desde mundos tan aparentemente lejanos a la política como el fútbol –ahí están los problemas legales de diversa índole del Barcelona- se puede constatar que el sistema entero está en un proceso de degradación al que la aventura independentista no parece suponer un freno, sino más bien todo lo contrario.
El último peldaño en esta escalada ha sido el auto de la Audiencia de Barcelona que insta a la entrada en prisión de los condenados por el caso Pallerols que, recordemos, era la ya judicialmente demostrada financiación ilegal del partido de Duran i Lleida con dinero de la UE para cursos de formación.
El auto resulta durísimo en dos sentidos: para la fiscalía que llegó a un pacto muy poco ejemplarizante para que los condenados evitasen la cárcel, acuerdo que la Audiencia ha llegado a calificar de "obsceno"; y para el propio líder del partido, que se pasea por Madrid como adalid y esencia de la más avanzada democracia, pero que ha rehuido hasta la fecha asumir ninguna responsabilidad política por un caso tan grave como este.
Duran i Lleida es, precisamente, la mejor metáfora de esa Cataluña oficial que se cree -o más bien quiere hacernos creer- muy superior al resto de España en prácticamente todo y, muy especialmente, en la calidad de su democracia y de su sociedad civil. Sin embargo, en realidad en muchos aspectos sólo reproduce las peores costumbres del resto de regiones españolas –corrupción urbanística, en las subvenciones y en la formación, por ejemplo- y en otros es bastante peor: en ningún otro rincón de nuestro país están los medios, la cultura y hasta el mundo del deporte tan al servicio del poder político como allí.
Es esa Cataluña que viene al Congreso a dar lecciones de lo que es y lo que no es democrático, pero que esconde en su propia casa suficiente suciedad como para ser un buen ejemplo… de lo que no deben ser nunca ni una región, ni una nación ni, por supuesto, un estado.