La Convención Nacional del PP ha puesto de manifiesto el descontento hacia Rajoy ya no sólo de gran parte de la militancia y los votantes del partido, también de personajes de la máxima relevancia dentro de la formación, como su presidente de honor, José María Aznar.
El expresidente del Gobierno tuvo duras palabras sobre la manera en que Rajoy está afrontando los graves problemas del país, y llegó a formular serias advertencias sobre el futuro electoral del partido. "¿Aspira realmente el PP a ganar las elecciones?", se preguntó Aznar en varios momentos de su discurso, revelando de manera bien gráfica el escepticismo que la manera de gobernar de Rajoy está provocando en una parte nada desdeñable de la militancia y los votantes del partido.
A tenor del abandono de los principios tradicionales del PP y del desprecio con el que viene tratando a sus electores desde que comenzó la legislatura, parece como si Rajoy no supiera que depende precisamente de recuperar ese caudal de confianza su permanencia no sólo en La Moncloa sino en la vida política, y puede que incluso la supervivencia de su partido.
El llamamiento de Aznar a recuperar las señas de identidad del PP tuvo un momento de inflexión cuando invocó la figura de Gregorio Ordóñez, de cuyo asesinato se cumplen ahora dos décadas. El Partido Popular del País Vasco siempre fue un referente de valor, dignidad, patriotismo y defensa de los principios liberal-conservadores, hasta que Rajoy decidió acabar con quienes tomaron el testigo del donostiarra. La defenestración de María San Gil y la entrega del partido a unos individuos muy dados al pasteleo oportunista se está traduciendo en la desafección de la ciudadanía, mientras en Madrid hemos vuelto a ver a víctimas del terrorismo protestar contra el Gobierno, al que acusan de haberlas traicionado de la peor manera posible al hacer continuismo de la política entreguista de Zapatero.
A pocos meses de unas elecciones en las que el PP puede perder feudos cruciales y en otro tiempo inexpugnables como Madrid y Valencia, no hay un mensaje ilusionante, un catálogo de compromisos firmes o un llamamiento a una empresa colectiva que seduzca a los ciudadanos y les haga sentir como suyas las siglas a las que tantos votaron hace menos de cuatro años. Por supuesto, ni Rajoy ni sus colaboradores más cercanos admiten haber cometido error alguno, justo cuando Bárcenas sale de prisión con gran aplomo y permitiéndose comentarios que pueden perfectamente entenderse como avisos a navegantes.
Rajoy y su entorno pretendían que la Convención Nacional fuera un mero trámite para transmitir a los votantes una imagen de fortaleza y de unidad de cara a las importantes citas electorales que tendrán lugar a lo largo del presente ejercicio. La intervención de Aznar y la sombra ominosa de Bárcenas han dado a Rajoy un duro baño de realidad. Ahora bien, viendo cómo se enfrenta el personaje a las cuestiones más acuciantes, quizá no quede más remedio que aconsejar a sus potenciales electores que abandonen toda esperanza de cambio de rumbo en un partido que parece decidido a despeñarse.