Un puñado de artistas, muchos de ellos bastante desconocidos por otro "arte" que no sea el de vivir a costa de los impuestos de sus conciudadanos, acaba de hacer pública una carta en defensa del actor Willy Toledo tras la polémica desatada por las nauseabundas declaraciones de este último, en las que, entre otras "lindezas", denigraba al disidente cubano, muerto en prisión tras una larga huelga de hambre, Orlando Zapata, tratándolo de "delincuente común".
Con la manipulación propia de quienes empiezan por silenciar las diatribas de Toledo en favor del régimen comunista, los firmantes de la carta denigran como "agresiva y desproporcionada" la encomiable y digna reacción que se ha producido en algunos medios de comunicación que, según ellos, se ha dirigido contra "el derecho ciudadano (de Toledo) a participar públicamente del debate político". Lo cierto, sin embargo, es que la única y encomiable reacción que se ha producido ha sido la del ejercicio de ese mismo derecho, que también nos asiste a todos nosotros, y que hemos ejercido para denunciar que Toledo haya ejercido el suyo en favor de la dictadura más sanguinaria y longeva de America Latina.
Los mismos que, en defensa de Toledo, nos llaman hipócritamente a "recuperar un lenguaje despojado de violencia, que se sustente en los hechos y no en los juicios personales", son los mismos que silencian en su carta hechos tan objetivos y constatables como que Toledo denigró a Zapata como "delincuente común", o que denigró a los heroicos disidentes cubanos tachándolos de "terroristas", o que enalteció a la dictadura comunista (para él, "un modelo a seguir en muchos aspectos") al equipararla con democracias como la española que si bien son ciertamente imperfectas, todo lo humano lo es.
Ni que decir tiene que los firmantes de la carta no salen en defensa del derecho de expresión de los policías españoles y de los funcionarios que trabajan en centros para inmigrantes, y a los que Toledo tan grave como injustamente también insultó al acusarlos de llevar a cabo violaciones de derechos humanos como las que se producen en Cuba.
Afortunadamente, sin embargo, desde los sindicatos policiales se ha ejercido ese derecho ciudadano en contra de las declaraciones de Toledo, a quien, con todo, han invitado a visitar las cárceles españolas y los centros de internamiento de inmigrantes para que conozca de primera mano las condiciones en las que viven los internos y cómo a ellos pueden acceder miembros de la Cruz Roja, personal de otras ONGs, jueces o representantes diplomáticos.
Además de los millones de cubanos que todavía padecen la dictadura castrista, quienes van a tener más difícil ejercer ese derecho ciudadano para criticar las declaraciones de Toledo, tan airada y duramente como se merecen, van a ser los familiares de los "soldados españoles destacados en Afganistán", de los que textualmente el artista dijo que "están allí asesinando a afganos civiles" y perpetrando "una ocupación ilegal de un país soberano".
Esa "hemiplejia moral", de la que hablara Ortega, o esa "triple dispensa moral, práctica e intelectual" que, según Revel, ofrecía la ideología hasta para regímenes tan abyectos como el castrista, también la hemos visto en el caso del exitoso cantante y publicista de alguna que otra multinacional, Miguel Bosé.
A Bosé no se le ha ocurrido mejor cosa en defensa de su "colega" Toledo que equiparar las sistemáticas violaciones del régimen cubano, responsable de miles de muertes y generador de uno de los exilios más numerosos de la historia, con la criticable decisión de la dirección del Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat –dependiente del Gobierno del PP– de retirar una serie de fotos en las que aparecía el presidente Camps con algunos de los imputados del caso Gürtel.
Ni que decir tiene que esa absurda decisión de la dirección del Museo no se justifica en modo alguno por el hecho de la inocencia hasta ahora judicialmente reconocida de Camps en este asunto del Gürtel, ni tampoco por el hecho de que otras de las fotografías "políticas" retiradas –de las que Bosé naturalmente no ha dicho nada– hayan sido las del ex presidente Aznar recibiendo el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad del CEU u otra de Camps junto al nuevo arzobispo de Valencia. Sin embargo, equipar esa servil decisión –propia, por cierto, de la cultura subvencionada– con las vidas y los derechos humanos que de forma sistemática ha cercenado y sigue cercenado el régimen castrista es el colmo de la más cruel y frívola impostura.
Finalmente, y hablando de las dispensas de los artistas progres hacia los regimenes más abyectos, no podemos dejarnos en el tintero la que le ha brindado al régimen chavista el actor estadounidense Sean Penn. Este ha considerado que "deberían ir a prisión" cuantos califiquen de "dictador" a Hugo Chavez.
Aunque consideremos a Penn bastante mejor actor, y desde luego mucho menos subvencionado que los firmantes de la carta en defensa de Toledo, también nos ofrece una elocuente muestra de para qué repugnantes dispensas ejercen estos artistas progres "el derecho ciudadano a participar públicamente del debate político": precisamente, para defender a aquellos que lo primero que hacen tras alcanzar el poder es cercenar, entre otros, ese mismo derecho.