Cuando se contempla cómo los poderes públicos actúan en contra de los deseos de sus gobernados tomando resoluciones a todas luces injustas, existe la grave tentación de participar o, al menos, aprobar ciertas acciones que en otro caso consideraríamos ilícitas.
Sucede cuando grupos de extrema izquierda, o izquierda extrema, o como diga Pepiño que debemos llamarlos, organiza algaradas callejeras, rompe escaparates y pone silicona en las puertas de los comercios. Para ellos, muchas medidas que se aprueban en los parlamentos y se negocian en reuniones internacionales son clamorosamente injustas, y la protesta contra ellas justifica que se cometan ciertos desmanes, desde los piquetes de las huelgas hasta las algaradas extremadamente violentas que han tenido lugar cuando se ha reunido el G-8, 9, 20 o el número que sea.
Este martes puede aprobarse en el Congreso la Ley Sinde mediante un mecanismo legal pensado para acelerar los trámites legislativos a leyes que reúnen un amplio consenso. Dado que no es así, y que de hecho la Ley de Economía Sostenible lleva dando tumbos por el Consejo de Ministros y el Congreso de los Diputados hace ya más de un año, está claro que están cometiendo un fraude. La ley ataca las libertades de los ciudadanos y, por más que hayan puesto un parche, será una comisión la que, por vía administrativa, decida qué sitios web pueden cerrar y cuáles no. A la Audiencia Nacional se le deja un plazo brevísimo para decidir si se está violando o no el derecho a la libertad de expresión, y su participación es más una coartada que una salvaguarda.
Tenemos el derecho, y casi diría el deber, de protestar contra esta salvajada. Debemos hacer ruido, quejarnos a nuestros mal llamados representantes, aparecer en todos los medios de comunicación para que nuestra voz se oiga, castigar a estos impresentables en las urnas... pero lo que no podemos hacer es lo mismo que hacen esos grupos violentos de extrema izquierda, por más que el campo de batalla sea la red y no la vía pública.
Si los piquetes son malos, y lo son, hay que estar contra ellos sea cual sea la causa que defiendan. Ataquen a la casta política o, Dios no lo quiera, este mismo diario, que más de una vez y de dos ha sufrido este tipo de sabotajes. En caso contrario no seríamos ciudadanos responsables, sino hooligans de la política. Lo que se está haciendo estos días con diversos sitios web, desde los pertenecientes a partidos políticos hasta la SGAE, es un piquete. Todo lo virtual que se quiera, pero un piquete. Con su acción, están poniendo silicona en las vías de acceso a la web y están impidiendo que tanto los partidos políticos como los ciudadanos que quieren acceder a sus web puedan disfrutar de la libertad de hacerlo.
De hecho, tan grave me parece lo que está pasando que empiezo a verme empujado a defender que hoy se apruebe la malhadada Ley Sinde. Porque en caso contrario estaríamos enviando un mensaje muy peligroso: que la casta política ignora las razones y las protestas como Dios manda, pero hace caso cuando un grupo de vándalos se dedica al piquete y el sabotaje. Cuando se empieza a recorrer ese camino, puede que el primer paso sea un triunfo para las libertades, pero los siguientes nos llevan derechitos al infierno.