La propaganda climática exige no ya consenso, sino unanimidad. No importa que los modelos que predicen un calentamiento alarmante ya estén fallando. No importa que hasta el último informe del IPCC, la biblia de los alarmistas climáticos, reconozca que los estudios científicos no pueden decir cuánto se va a calentar la atmósfera por nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. No importa que aún si fueran ciertas las predicciones, adaptarse a un clima más cálido es mucho más barato que intentar impedirlo. No. Hay que aprobar en París un acuerdo que permita a los Gobiernos controlar sus economías con la excusa de que hay que hacer algo.
Avaaz, una asociación internacional fundada por varias organizaciones de indudable pedigrí progre como MoveOn o el sindicato SEIU, ha empapelado la ciudad de la luz con carteles de "Se busca" al estilo de las películas del Oeste, en los que aparecen los nombres y rostros de siete "criminales climáticos" por el delito de "destruir nuestro futuro". Lo próximo, no lo duden, será poner precio a sus cabezas. Y es que sólo les falta el "vivo o muerto" para completar el infecto cartelito.
Ojalá los siete fueran culpables de "destruir el futuro" de Avaaz y de tantas otras organizaciones sin las cuales estaríamos indudablemente mejor, pero no, no llegan a tanto. Tan sólo son culpables de dudar de la unanimidad forzosa que se está intentando alcanzar en París. Son sólo siete de los 40.000 delegados que estos días trabajan para alcanzar un acuerdo. Pero para la izquierda ya son demasiados. Y cuentan con enormes recursos y un buen montón de papagayos en los medios que no dudan en resumir sus comunicados como si de la verdad revelada se tratase y que se llaman a sí mismos periodistas, cuando no son más que activistas que escriben titulares.
Los siete delegados a los que han puesto en la diana son de lo más variado. Algunos son viejos conocidos entre los escépticos, como Chris Horner y Marc Morano. Otros son representantes de industrias que se resisten a entrar en el consenso como sí ha hecho la pérfida Exxon Mobil, sin ir más lejos. Pero hay un nombre que resalta especialmente. Y lo hace porque pertenece a alguien que no expresa dudas sobre la parte científica del consenso alarmista. Bjorn Lomborg acepta como punto de partida que los augurios son ciertos. Pero se limita a evaluar cuánto nos costaría hacer algo ahora respecto al cambio climático y lo compara con lo que nos costaría hacer otras cosas, como llevar agua potable a los rincones más pobres del mundo, eliminar el hambre o reducir las infecciones del sida en el Tercer Mundo. Y lo que el progresismo no quiere admitir es que preciado juguete, la lucha contra el calentamiento global, es mucho más cara que hacer todo eso.
El cambio climático es un juguete para ricos y burócratas de los Gobiernos de todo el mundo. Cualquier persona normal, cuando se le pone en la tesitura de elegir, como hacen los expertos del Consenso de Copenhague dirigido por Lomborg, prefiere mejorar las condiciones de vida reales de los que menos tienen. Pero gentuza como la que dirige Avaaz no quiere eso. Lo que quiere es que los Gobiernos dirijan la economía, que es lo que siempre ha querido la izquierda. Y si eso implica pasar por encima de otros objetivos más humanos, sea. Visto así, no es nada extraño que se lancen a poner en la diana a siete personas que no han cometido delito alguno que no sea de opinión. Moralmente es una minucia comparado con preferir un clima 0,17ºC más frío a mejorar las condiciones de vida de millones de las personas más pobres del mundo.