Pablo Iglesias y los suyos han hecho de la denuncia de la casta el centro de su programa. No es un concepto que hayan inventado ellos, precisamente. En Libertad Digital llevábamos muchos años usándolo antes de que nadie conociera a ese profesor de Políticas. Pero la versión de esta idea que maneja Podemos se queda bastante coja. La casta no se limita sólo a políticos, sindicatos, patronal y grandes empresas dependientes del gasto público. No, también existe una casta funcionarial que se ha mantenido a salvo del despido durante la crisis y que disfruta de mejores condiciones y mayores sueldos que quienes trabajan en el mercado y deben mantenerlos con sus impuestos. Una casta que se emplea mucho más a fondo en mantener sus privilegios con mareas de todos los colores que en ganarse el sueldo. Una casta funcionarial a cuya subespecie universitaria pertenecen todos y cada uno de los principales nombres de este partido.
Naturalmente, resulta injusto extender esta calificación a todos los funcionarios, igual que son muchos los políticos, sindicalistas y empresarios que tampoco responden a esa idea mental de élite corrupta y aislada de los problemas de los españoles y que vive a nuestra costa. Pero resulta imposible entender la situación de este país si se excluye de entre los privilegiados por el sistema a los muchos que consideran que tienen derecho a un sueldo de por vida por haber aprobado en su día una oposición (a veces ni siquiera han tenido que hacerlo).
Quienes hemos pasado por la universidad mostrando cierto interés por su vida interna sabemos que el caso de Errejón no es una excepción, sino la regla. La universidad pública española destaca no por su excelencia, sino por la endogamia y el hoy por ti, mañana por mi. Lo que sorprende no es que un amiguete te cree un puesto de investigador a la medida para que sólo te presentes tú y cobres un sueldo extra sin necesidad de dedicar el tiempo y esfuerzo necesario que requeriría. No, lo que sorprende es que haya trascendido y que se haya suspendido a los implicados. Si Errejón no fuera quien es, el caso no habría llegado a los titulares y, sin presión externa, la Universidad de Málaga habría hecho lo que hacen todas las universidades españolas: mirar para otro lado. Porque si se suspendiera a todos los que hacen estos chanchullos en las universidades igual no quedaban suficientes profesores para dar clase.
En definitiva, a Errejón le ha pasado exactamente lo mismo que a Monago, en quien se han centrado las críticas por hacer exactamente lo mismo que hacían todos sus compañeros en el Congreso y en el Senado: viajar a costa de nuestros bolsillos. Pero argumentar eso no vale. Podemos se supone que era distinto, que venía a acabar con el PPSOE, con la corrupción, con la casta. Utilizar exactamente las mismas excusas que emplean los demás políticos demuestra exactamente eso: que son iguales que los demás políticos. Y que siendo todos ellos profesores jamás hayan denunciado a la casta universitaria y hasta hayan participado de sus corruptos usos y costumbres demuestra que nunca han tenido intención de acabar con la casta política, sino sólo sustituirla. Como en Venezuela, vamos.