El elevado número de demócratas que acudió a las urnas de 2012 sorprendió a muchos que, como un servidor, preveíamos unas elecciones bastante más ajustadas. Una de las principales causas fue la extraordinaria infraestructura informática con la que contó la campaña de Obama, capaz de localizar votantes e individualizar los mensajes que les llegan, además de ayudar a los voluntarios en sus esfuerzos por movilizar a los votantes en los días antes de las elecciones, el momento crucial. Después de este extraordinario logro técnico y humano, el Gobierno de Obama está sufriendo posiblemente sus peores días por el pésimo funcionamiento de la web healthcare.gov, central para la reforma sanitaria conocida popularmente como Obamacare.
¿Cómo es posible que los mismos que en 2012 lo hicieron tan bien la hayan cagado tanto en 2013? Pues porque aunque la cabeza sea la misma lo que hay por debajo es muy distinto. La primera es una iniciativa privada y la segunda es pública. La primera se elaboró atendiendo las necesidades del cliente, la campaña electoral de Obama; la segunda, obedeciendo una ley punto por punto y tomando las consideraciones políticas por encima de las necesidades de los usuarios finales. La primera la llevaron a cabo quienes mejor podían hacerlo; la segunda, las empresas que tenían los mejores contactos con el Gobierno federal y los políticos y burócratas elegidos a dedo por su compromiso con la reforma, al margen de su capacidad.
Bien es cierto que, pese a las apariencias, la web de Obamacare es más complicada de elaborar que la aplicación de la campaña de Obama. Al margen de cumplir las especificaciones de una ley de más de 2.000 páginas, debe conectarse a distintas bases de datos del Gobierno para comprobar la identidad del usuario –que en un país sin carnet de identidad es más difícil– o investigar a qué subvenciones tiene derecho; bases de datos en su mayoría antiguas y que no están hechas para ser consultadas en tiempo real por muchos usuarios simultáneos. Como la reforma eleva los precios de los seguros médicos, y políticamente eso es un hecho inconveniente, no hay manera de acceder a dichos precios, como sucedería en cualquier web normal, sin registrarse, porque el Gobierno quiere que esos precios vengan ya con la subvención incluida si es posible. Así, la web te obliga a dar tus datos para conectarse ella a esas bases de datos obsoletas de la agencia tributaria o la Seguridad Social simplemente para acceder a la información, aunque luego no hagas nada con ella, lo que aumenta el volumen de usuarios y hace imposible el proceso. Como además existía una fecha límite que Obama no hubiera retrasado aunque los republicanos quitaran los fondos para mantener el Gobierno si no lo hacía, la web se acabó apurando los plazos y sin hacer pruebas de estrés.
Además de funcionarios de varios departamentos, para levantar healthcare.gov se han requerido los servicios de al menos 55 empresas, sin contar con las que éstas hayan decidido subcontratar, unos trabajos que debían coordinarse. El resultado no puede ser más demoledor: en el país de Google, Amazon y Facebook, el principal proyecto político de ocho años de presidencia se derrumba a las primeras de cambio porque el Gobierno no sabe hacer una web. Aunque en los últimos días las críticas se han desviado a una de las promesas incumplidas de la reforma, que quien estuviera satisfecho con su seguro podría conservarlo, el impacto de este fiasco dejará una impronta duradera. El público norteamericano empieza a preguntarse cómo pretenden hacerle creer que el mismo Gobierno que no puede hacer funcionar una web tres años y medio después de aprobar la ley será capaz de gestionar la sanidad de 300 millones de personas. Algo bueno tenía que salir de todo esto.
PS: En la imagen (tomada por Jeff Bliss, lector de Instapundit), healthcare.gov caída mientras la responsable de Sanidad del Gobierno Obama comparecía ante el Congreso para hablar, precisamente, de los problemas de la página.