La llegada de Stephen Elop a Nokia supuso un soplo de aire fresco para la compañía finlandesa. Su acertado diagnóstico sobre los problemas que aquejaban a la empresa que más móviles vende en el mundo y que menos beneficios saca de cada uno de ellos dio esperanzas a muchos, pero la solución elegida supuso un jarro de agua fría. ¿Windows Phone? ¡Pero si eso no lo usa nadie!
La decisión fue arriesgada, y no cabe duda de que ha estado marcada por la procedencia del propio Elop que, al fin y al cabo, era directivo de Microsoft antes de fichar por Nokia. Pero a priori no tendría por qué ser errónea. Los finlandeses son buenos diseñadores de móviles, con una atención al detalle que quizá sólo supere Apple, pero, y no es por repetirme, son finlandeses, así que lo de hacer sistemas operativos intuitivos para el ser humano no escandinavo no es quizá su fuerte. Apple no va a licenciar el suyo, y convertirse en un fabricante más de Android les hacía correr el riesgo de convertirse en uno más, sin capacidad para diferenciarse de Samsung, HTC, Motorola, LG y el resto de la tropa.
De modo que han optado por un sistema operativo que cumple dos requisitos fundamentales: está muy bien pensado y se diferencia de los demás, sin por eso dejar de ser fácil de usar. Tiene además los beneficios añadidos de que parece requerir menos procesador que Android para moverse con soltura y que casi nadie lo tiene, de modo que es casi casi como tener un sistema operativo propio de Nokia. No es abierto como Android, pero tampoco tan restrictivo como iOS. Está, digamos, en un punto medio que quiere ser virtuoso y está por ver que lo sea, aunque apunta maneras.
Existe el riesgo de depender de otra compañía. Pero lo cierto es que, a corto y medio plazo, el acuerdo entre Microsoft y Nokia supone que ambos se necesiten para sobrevivir. La empresa que dominó el mercado de los ordenadores personales y la que lo hizo en los móviles clásicos necesitan tener presencia en los nuevos móviles para tener un futuro. Microsoft necesita de un gran fabricante que dé impulso a su sistema operativo y lo haga atractivo a los desarrolladores. Nokia ya no puede permitirse el lujo de dar un bandazo más en su estrategia; de hecho, está por ver si no ha pasado ya el punto de no retorno. Guste o no guste, Microsoft y Nokia triunfarán juntos o se hundirán juntos.
Parece que el Lumia 800, pese a su desafortunado nombre, está teniendo buenas críticas y empiezan a circular estimaciones de que podrían venderse dos millones de unidades antes de fin de año. Sería una gran noticia si supusiera un punto de inflexión: siempre es mejor un ecosistema con tres competidores fuertes que uno con sólo dos. Además, qué quieren que les diga, me daría pena que desapareciera una compañía como Nokia antes de tener la oportunidad de comprarles algo. De Microsoft, mientras siga Ballmer al frente, no puedo decir lo mismo.