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Daniel Rodríguez Herrera

La foto de Soraya: eso es la política

Se ha puesto siempre como sinónimo de político sinvergüenza que roba los caramelos a los niños, y lo de Soraya estuvo muy cerca.

Se ha puesto siempre como sinónimo de político sinvergüenza que roba los caramelos a los niños, y lo de Soraya estuvo muy cerca.
EFE

Durante la última semana de campaña circuló una imagen de El Mundo de Cantabria: una niña con una inmensa cara de cabreo mirando a la vicepresidenta del Gobierno, que le había quitado su lupa. El fotógrafo, David S. Bustamente, publicó más tarde la secuencia completa de imágenes, que contaba la historia con detalle. Soraya se empeñó en cogerle la lupa a la niña, presumiblemente para hacerse una foto con ella. Al ver su enfado, le ofreció a cambio una pluma, pero la pequeña Usue, de tres años, no queda conforme y la mira con un odio que quedó inmortalizado para siempre como la mejor metáfora de lo que son el Gobierno y la política.

Porque sí, los españoles todos, de izquierdas y derechas, compartimos la famosa foto en las redes sociales, pero no creo que muchos advirtieran que la escena que representaba era muy similar a la relación que todos y cada uno de nosotros mantenemos con el Estado. Porque al final, por muy fanáticos que algunos digan ser de los servicios públicos, la labor de los políticos es quitarnos aquello que sí queremos para darnos a cambio lo que les parece, disfrutando de prerrogativas que en la vida normal consideraríamos inmorales en el mejor de los casos e ilegales en casi todos los demás.

Que sí, que pueden aducirse todos los matices que se quieran. Al fin y al cabo todos queremos que nos curen, nos mantengan en nuestra vejez y nos enseñen de niños, por ejemplo. Pero el Estado nos pone a todos una de esas gorras one size fits all al margen de lo cabezones que seamos, ofreciéndonos unos servicios iguales para todos sin posibilidad de elección ni, sobre todo, de no pagarlos y contratarlos a otro proveedor. Y todo esto sin entrar a discutir sobre asuntos que tantos debates llenan, como la poca eficiencia de un sistema público en régimen de monopolio. Que los funcionarios escojan masivamente proveedores sanitarios privados no es una anécdota: son los únicos que pueden hacerlo sin que les cueste más. Si todos tuviéramos esa opción, la Maravillosa Sanidad Pública Española™ tendría previsiblemente los días contados.

"¡Me quitó mi lupa!", le insistía Usue a su madre. Se ha puesto siempre como sinónimo de político sinvergüenza que roba los caramelos a los niños, y lo de Soraya estuvo muy cerca. Pero, francamente, veo bastante peor que eso quitar a una familia sus medios de subsistencia para, por ejemplo, pagar sueldos a periodistas y técnicos de los medios de propaganda del partido del Gobierno. Cuando recordamos que los impuestos no son moralmente algo distinto a quitar a una niña una lupa es más fácil ver cuánto gasto público no es sólo innecesario: es algo muy parecido a un crimen.

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