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Daniel Rodríguez Herrera

El retorno de la mula y el torrente

Es evidente que mucha gente está dispuesta a pagar algo por un servicio cómodo y con un gran catálogo, como se demuestra en que la mayoría de los ingresos de Megaupload venían de cuentas Premium.

El cierre de Megaupload parece seguir el guión de una mala peli que narra una conspiración mundial. Sabedores de la dificultad, por no decir imposibilidad, de poner puertas al campo del P2P, los malvados magnates de Hollywood permiten la creación y auge de una serie de sitios web –Megaupload, Rapidshare, Fileserve, etc.– con el objeto de que los internautas se acostumbren a la velocidad y comodidad de un servicio centralizado. Luego lo denuncian y la policía los cierra. Los usuarios, sin saber qué hacer, optan por pasarse a servicios legales. La mega conspiración triunfa.

El problema de este argumento es que los servicios legales brillan por su ausencia en buena parte del globo. Sí, hay Spotify en algunos países y Netflix en otros, así como variantes más o menos logradas de ambos. Pero la industria del entretenimiento se ha encargado de que o los catálogos sean incompletos, como sucede en los servicios de tarifa plana, o los precios altos, como en iTunes y otras tiendas similares.

Así que la peli tendrá una secuela. Antes de que los sitios de descargas directas –con las correspondientes web de enlaces– se hicieran con el dominio del intercambio de ficheros, se encargaban de esta labor las redes P2P, que no necesitan de un servidor centralizado para funcionar. Son más incómodas y lentas, y nadie se forra con ellas como lo hacía el hortera del Kim Dotcom este, pero tienen la indudable ventaja de que pueden funcionar sin necesidad de un nodo central que la policía de un país pueda cerrar, dejándolas inservibles.

Lo que sí es cierto es que tanto el BitTorrent como sobre todo el eMule suelen ser más incómodos y, además, más lentos. Y que es evidente que mucha gente está dispuesta a pagar algo por un servicio cómodo y con un gran catálogo, como se demuestra en que la mayoría de los ingresos de Megaupload venían de cuentas Premium. Es decir, el gordinflón sinvergüenza ha demostrado que es posible lo imposible: se puede competir con el todo gratis.

Sin embargo, la industria del entretenimiento se mantiene en el negocio de intentar sacar el máximo dinero de la clientela que aún consume del modo tradicional, algo que puede estar equivocado pero es perfectamente legítimo, mientras intenta retrasar en la medida de lo posible la implantación de nuevos modelos de consumo de contenidos. Lo que también sería legítimo, mientras sus esfuerzos no incluyan hacer lobby a los parlamentos para intentar equiparar copiar con robar, cosas que mal que les pese son bien distintas.

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