La humanidad ha conseguido construir un artilugio que ha viajado 6.500 millones de kilómetros durante sus diez años de vida para alcanzar un cometa de sólo 25 kilómetros cúbicos de volumen y aterrizar en él. Un viaje alucinante que ha llevado veinte años de trabajo a los ingenieros y científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA). Pero lo importante no es el logro alcanzado. No. Lo importante es que uno de los principales responsables del proyecto, el doctor en Física Matt Taylor, llevaba puesta una camisa "sexista" durante el aterrizaje de Philae en el cometa.
No es que las elecciones estéticas de Taylor se parezcan mucho a las mías, ni en la dichosa camisa, bastante hortera por cierto, ni en los tatuajes, que me horripilan cosa mala. Aunque la polémica prácticamente no ha llegado a España, en el ámbito anglosajón el escándalo feminista ante la camisa, que básicamente consiste en un conjunto de dibujos tipo cómic de mujeres con ropa ajustada, ha incendiado las redes sociales y llegado a los grandes medios. Tan brutal ha sido la reacción que el científico ha terminado pidiendo disculpas entre lágrimas. Los dos minutos de odio que el feminismo ha desatado contra él han convertido el punto culminante de su carrera en una campaña de acoso contra él, arruinando un momento que debía ser uno de los más felices de su vida.
El espíritu del linchamiento ha quedado perfectamente reflejado en un titular de la web de tecnología The Verge: "No me importa si has conseguido aterrizar una nave espacial en un cometa, tu camisa es sexista y es excluyente". No importan los logros, por más extraordinarios que sean, sino tu sumisión al dogma, por más estúpido que sea, y lo es siempre. Es una técnica que las distintas corrientes de lo políticamente correcto han conseguido dominar con maestría. La excusa da igual, puede ser la camisa de Matt Taylor como que un tipo que se hizo rico partiendo de la nada done 20 millones de euros a Cáritas. Las hordas se lanzan a las redes sociales, generalmente incitadas por periodistas o artistas progres, guardianes sempiternos de la ortodoxia como el Gran Wyoming, a ver quién lanza el insulto más gordo, hasta que consiguen doblegar a su objetivo. George Orwell se equivocó. No hace falta un poder omnímodo para que la plebe desate sus iras contra el objetivo deseado.
A estas feministas de salón y sus tontos útiles les preocupa el enorme impacto que sin duda tendrá una camisa en la decisión de las adolescentes de todo el mundo de enfocar su carrera hacia la ciencia y la ingeniería. Eso sí, se callan el tratamiento brutal de la mujer en las sociedades islámicas y los problemas reales que causa a mujeres de verdad en todo el mundo. Porque lo suyo no consiste ya en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, sino en el odio, puro y simple, contra los hombres. Da lo mismo que la camisa fuera diseñada por una mujer para regalársela por su cumpleaños, o que no exista el más mínimo indicio de que en su vida haya hecho nada contra ninguna mujer. Taylor es un despreciable machista y debe ser recordado por eso. Si esta gentuza hubiera tenido la oportunidad en 1969, Neil Armstrong no sería recordado por ser el primero en pisar la Luna, sino por ser hombre y haber dicho "mankind" en lugar de "humankind".