Como bien dice el otro Herrera, se les ha visto el plumero. Pero no tanto al Gobierno estadounidense, que también, sino a los numerosos activistas que decían que su trabajo a favor de la neutralidad de la red tenía como objetivo que ninguna malvada teleco nos cerrara el acceso a Google o Yahoo si éstos no le pagaban un extra. Un escenario ridículo, porque ninguna operadora querría perder clientes, algo que sucedería al segundo siguiente de impedir el acceso a una parte de internet. De hecho, los únicos que pueden hacer algo así son los Estados, porque pueden imponer por la fuerza a todas las operadoras sus restricciones, como así sucede en China, Cuba, Irán y tantas y tantas dictaduras.
Pues bien, Google y Verizon han llegado a un acuerdo con una propuesta de regulación para el organismo norteamericano encargado del asunto, la FCC. Uno y otro representaban, en teoría, bandos opuestos en el debate, de modo que el texto debía recoger reclamaciones de todos. Así lo hace. Por un lado, obliga a que no pueda bloquearse el tráfico de ningún tipo en internet, ni priorizarse ni nada de nada. Es decir, elimina ese escenario apocalíptico, ese coco con el que nos asustaban los activistas de la neutralidad. Pero por otro permite a las telecos emplear sus redes para ofrecer otros servicios distintos a internet y separados de ella, de pago o no; es decir, les deja innovar para rentabilizar su inversión en llevarnos las redes a nuestro hogar. Además, reconoce que en las redes móviles la cosa está muy verde y propone dejarlas como están, por ahora. Siempre habrá tiempo de corregir problemas si éstos se producen; si es peligroso regular un mercado estable, es casi suicida hacerlo con uno que cambia cada minuto.
Mi principal crítica a este acuerdo es que es una propuesta para que el Estado regule internet. Los gobiernos deberían mantener sus sucias manos fuera de la red, siempre y en todo momento, y dejar que sea libre como ha sido hasta ahora. Me parece peligroso abrirle una puerta, una más, para meter la nariz donde no le importa. Pero hay que reconocer que este pacto es lo más parecido que podría concebirse al modo en que funcionaría libremente el mercado, de modo que de adoptarse haría muy poco daño. Y seguramente la FCC iba a regular internet de todos modos, así que mejor adelantarse e intentar que no entre como elefante en cacharrería.
Ahora bien, lo verdaderamente llamativo ha sido la reacción de los activistas. Este acuerdo debería suponer su sueño húmedo: una de las principales operadoras se compromete a que internet siga funcionando como hasta hoy ha hecho, sin bloqueos ni prioridades pagadas. Sin embargo, se han levantado en armas empleando la demagogia más abyecta, hablando de una "internet para ricos y otra para pobres". Chorradas. Ya existe un servicio que funciona según los principios de este acuerdo: la televisión por cable. Usted puede comprar Imagenio, o la tele de Ono o de Orange, y ésta emitirá los programas por las mismas redes físicas por las que circula internet. Lo único que anuncia el pacto es que posiblemente se le añadan otros servicios similares si se prevén rentables. Eso no es una "internet para ricos" ni una "internet a dos velocidades" y quien le diga algo así o es tonto y no sabe qué es internet y qué no lo es, o no se ha leído el acuerdo o le está intentando engañar.
Como no creo que la mayoría de los activistas de la neutralidad sean tontos, la única conclusión a la que me veo capaz de llegar es que nunca han pretendido evitar que se priorizase un tráfico respecto a otro ni nada parecido. Lo que quieren es poder decidir ellos, Gobierno mediante, cómo deben gestionarse unas redes que son propiedad privada de las telecos. Permítanme que no llore al verles ahora tan fuera de juego. Se les ha visto, sí, el plumero.