Dirigió igual que siempre a su equipo, desgastó toda la fuerza posible en 120 minutos de tensión y de histeria. El Cholo Simeone entregó su alma a su equipo, al de sus amores por encima de pasiones juveniles en Argentina. El equipo que tiene incrustado en el corazón es el que ayer, de nuevo, dobló la rodilla en una final de Champions. Simeone apeló a todo lo que tenía dentro de sí. El alma, el sufrimiento. Pero no valió de nada.
Luego, en rueda de prensa, se quitó la coraza, esa que habitualmente le separa de los periodistas. Se hizo más vulnerable que nunca y soltó un "tengo que pensar" lapidario que a más de un colchonero le habrá hecho sudar tinta estas noche. Incluso le habrá hecho, a más de un seguidor, sufrir más que por la propia Champions perdida
"Perder dos finales es un fracaso. He de pensar tranquilamente". No suena a nada de lo dicho anteriormente. No suena a excusas, a resbalar por la pregunta del periodista. No suena a escurrir el bulto. Suena a realidad, a que las cosas se están haciendo muy bien pero les falta la guinda. Resuena en el hincha rojiblanco un principio de fin que se puede alargar una temporada, ésta que empezará en agosto, pero que no se prolongará mucho si Cholo decide que no sea así. Es de perogrullo pero ayer se lo escuchamos por primera vez y el miedo hace mella en el 90% de los atléticos, esos que no ven a ningún jugador por encima de su Dios. Los que idolatran al auténtico creador de la esperanza y al artífice de la revolución atlética los últimos cuatro años.
Me decía este sábado alguien al que quiero mucho, que no me puedo imaginar lo que un hincha atlético sentía en el momento de la derrota. Tiene razón. No soy del Atlético y eso ya te quita cualquier razón para entender algo de lo que es ese club, cómo se sienten en las victorias y las derrotas. Lo tengo que admitir, lo tenemos que admitir todos los que no pertenecemos a la familia rojiblanca. Los que, de algún modo, apreciamos a ese club pero no lo sentimos dentro. Es un equipo fuera de toda razón, pero sin estar dentro, sin sentirlo, nunca podremos hacernos una idea de los sinsabores y alegrías.
Pero sí podemos decir, desde la barrera, que añorábamos la aparición del tercer equipo que compitiera con los transatlánticos, los que han hecho estos cuatro años una Liga más emocionante, los que han ayudado a que los otros a veces sean más buenos de lo que ya son. Podemos decir que el Atlético de Madrid está aquí por méritos propios y por el camino que ha marcado un guía. Nadie en el Atlético es de un jugador, les puedes querer más o menos, reconocer sus jugadas, pero a la orilla del Manzanares todos son de Simeone.
Me decía también un buen amigo que en el club harán caso al Cholo este verano. Ellos no pueden permitir que el argentino se marche. Se lo decía el mismo técnico a Felipe del Campo en Bein Sports en una maravillosa entrevista. "Tengo que pensar porque no es posible que no haya perdido ninguna final en los 90 minutos, pero no haya ganado ninguna. Eso no puede ser. Por eso he de pensar".
La cabeza me dice que lo pensará, que está más cerca el fin de lo que siempre pareció. Pero no quiere decir que se confirme. Lo que puede querer Simeone es mandar un mensaje con destinatario desconocido, pero que quede en el aire. Quizá sea claro con la directiva para fichar otras cosas que le permitan ser Top. Nunca hace nada sin pensarlo. Ésta, que curiosamente es la decisión que más ha de pensar, también se meneará días y días en su cabeza, hasta dar con la solución. Lo que querrían miles de Atléticos, millones, la mayoría, es conocer esa solución. Les va la vida en ello.